Señor comerciante,
usted que todo lo vende,
que se devana los sesos
inventando días de cualquier cosa,
le cuento:
la gente ya no porta dinero,
ni tarjetas ni oro en barras,
ahora, maneja ilusiones,
sueños y anhelos,
también lleva a carne viva
en sus faltriqueras
el miedo visceral a la muerte.
El dinero se le hizo agua
entre sus agarrotados dedos,
el miedo todo lo puede.
Señor comerciante,
usted que compró barato
para venderlo a buen precio,
no siga intentando comprar
almas, sueños y baratijas,
el mundo se hizo muy ancho,
caben el amor y la esperanza
y también ese odio ancestral
que de pronto despierta en el alma
del hombre pensante.
Señor comerciante,
ya no venda más, no lo intente,
por arte de birbirloque,
la gente ha cambiado el rumbo,
despertó de esa fiebre densa,
hoy se mira a los ojos.
No más día del niño, de la madre,
ni del abuelo ni del padre,
es ahora el día de todos,
regalándose confianza, amor,
entrega verdadera,
basta de engaños impuestos,
señor comerciante,
véndale Ganímedes
a un incauto ambicioso,
acá en la tierra,
la gente ahora regala sonrisas…
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