Envuelve el vapor
con vahos el espejo.
Distorsionada, tú figura,
lenta, se despoja del día
en inanimadas prendas,
que se pliegan en el suelo.
Un cuerpo, aun perfecto,
se incluye en el ambiente
suavemente húmedo
de la llovizna perfumada
que agasaja tu piel.
Te sueltas los cabellos,
mientras tu mano suave
se templa con la lluvia
que impregna la mampara.
Agradable, te moja el agua.
Arroyos de ensueño
en cascada nacen de tu nuca,
y se deslizan tibios,
(sensación extraña)
por una dermis que se eriza,
cual si fuera acariciada.
No están sus tibias yemas,
ni su sabias palmas,
dueñas de tus puertos
recorriendo lo conocido,
pero lo imaginas
allá, donde ya estuvo.
Una versión extendida,
cual si fuera mariposa,
aletea su recuerdo
guiando tus enjuagues
por donde aún está presente.
Sola, pero acompañada,
no quieres abrir tus ojos,
disfrutando cada segundo
de todo lo sentido. |