En una ciudad de varios millones de habitantes hay, sin que se atrevan a ponerlo en evidencia porque no conviene a la democracia, una red de oficinas. Algunas funcionan vecinas a una base aérea. Una oficina es una casa donde permanecen estacionadas 15 motocicletas o más todas ellas de cilindraje mediano pero acondicionadas para la velocidad. En ellas se contratan sicarios para cobrar cuentas, extorsiones o para asesinar personas. Todo el mundo las conoce pero nadie las señala. Como las miles de ventas de alucinógenos todas ellas consentidas por las autoridades civiles y militares en donde se consiguen drogas prostitutas y se enriquecen los funcionarios cobrando un impuesto.
Con la oficina se contacta por medio de celular el cual es posible obtener mediante algún conocido o vendedor de drogas. También por fax o medios electrónicos. Los sicarios son reclutados en el 60% de la ciudad que está compuesta por barrios subnormales en donde todo está permitido y a donde no puede ir la autoridad.
Hoy un político ha llamado vía celular a una oficina para contratar un encargo, es decir, para matar a alguien. Le dicen que envíe por correo electrónico a una cuenta tal la foto y la descripción del sujeto y, además consigne dos millones. Que en tres días espere resultados.
Los titulares de prensa dan cuenta del asesinato de un periodista y de la investigación exhaustiva de las autoridades y del ofrecimiento de veinte millones a quien de información que permita la captura de los responsables. Los sicarios los contrato la oficina por intermedio de terceros así que no saben quién los contrató ni para quien trabajan. Lejos de pensar que ese señor honorable fue quien pago por el hecho.