Esta noche llegó a su fin. Fue larga y demorada, y ya veo los primeros rayos del sol despuntando en el horizonte. Desde mi ventana veo como el mundo empieza a despertar. Estoy cansado y con sueño, y no dejo de estar triste recordándola..........
Algo me saca de mi reflexión, es el recuerdo del revolver aún con olor a pólvora que me hace mirar hacia la pared blanca manchada con el rojo de la sangre inocente.
Fue horrible, recuerdo ahora, como ni con el primer, ni el segundo ni el tercer disparo conseguí matarla. Recién con el quinto tiro, que la dejo chillando y dando ridículas vueltas alrededor de su propio eje imaginario y manchando con pinceladas curvas de rojo oscuro el piso de la cocina. Resbalando sobre su propia sangre en un remolino de dolor y miedo. Sus gritos me hirieron, me hicieron mal, su agonía me dolía en el pecho, pero era necesario.
Tuve que ser más drástico, y con el viejo teléfono pesado y metálico, arrojado con fuerza una, dos, tres veces sobre su rostro, intenté acabarla.
Pero la maldita no moría, quedo quieta, mal respirando, deforme, irreconocible, pero aún con vida. Mis ojos ya estaban llenos de lágrimas, y mi corazón lleno de pesada angustia cuando tomé la vieja hacha que fue de mi padre, ya con bastante óxido pero aún afilada, y la dejé caer sobre su cuello. Pero no pude separar su cabeza del cuerpo, por que choque contra algo duro, era un peldaño en la cocina. Curiosamente fue sobre aquel peldaño, de pie y mirándome esquiva e indefensa, asustada como hoy, donde la vi por primera vez hace ya mas de dos años. Y fue ese peldaño lo que la salvo de la muerte inmediata, alargándole la agonía.
Dejo escapar mas un chillido, pero esta vez ya más tranquilo, resignado, bajito, como de súplica, y con los ojos llenos de lagrimas y viéndola con el cuerpo destrozado, descargué furiosamente el hacha, gritando como un animal herido.
Y era así como estaba en ese momento. Actuando como un animal herido por tener que matarla.
Y ahora ya estoy tranquilo, viendo el sol nacer impunemente, así como impune quedara mi crimen. Y ya no me siento tan mal, por que la vida esta hecho de opciones, de caminos, de elecciones, y yo elegí a una linda mujer como la madre de mis hijos, talvez una mujer un poco fría, talvez hasta infiel haya sido alguna vez, pero soy hombre, soy ciudadano, no puedo quebrar los moldes de la sociedad y no quiero talvez. Porque talvez no tenga el coraje de alienarme del mundo que solo critico en silencio mientras sonrío amable frente a sus fútiles personajes.
Y fue por ti Magdalena, fría Magdalena, madre de mis futuros hijos, y a quien no sé si realmente amo, que sacrifique mi tesoro mas preciado, que asesine a mi perrita cocker fríamente, sanguinariamente, porque no te gustan los animales, y eres egoísta.
Y porque yo soy egoísta y no merecía una compañera tan fiel.
Adiós amiga, bienvenida esposa, acomódate vida, y sal silenciosa por las puertas del fondo para nunca mas volver, vuela hacia tu libertad mi querida compañera ociosa.