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Que le había recitado el poema del muerto y le había cantado la canción de amor de Edmundo Boa en la penumbra de su balcón la noche en que Magdalena salía de su cuchitril; que esa noche había salido con corbata, con ramillete de flor, con amor y con otros implementos más de la caballeresca declaración que hace un hombre con corbata y pantalón; que primero grité su nombre a la distancia y que cuando ella salía me arrodillaba presentándole las ofrendas de amor que hoy por hoy estoy aceptando habérselas presentando sin emoción; que en esos instantes dramáticos en que ella bajaba para recibir la veneración yo suspiraba y temblaba, y moría y no creía y seguía temblando y muriendo de amor, y que ella enmudecía y se refocilaba en la verdad del amor, único y verdadero amor; que fue esa, noche una, noche cristiana en que sus padres sacaron a pasear a la virgencita esa, en que empezó nuestro drama del amor.

Y que ahora tengo la pierna rota y el cerebro atrofiado por pensar en el amor, que uno puede realmente volverse loco de amor y que yo ya lo estoy; que mis ataques de la muerte y mis furias por la gente son todos síntomas del amor; que mi vida ahora está marcada y enmarcada por el amor; que no hay motivo ni finalidad que me ocupe sin pensar en el amor; que ahora vivo por el amor, que soy el amor, que moriré en el amor.

Noche dos, en que tengo que creer que me presento a sus padres por amor; en que tengo que soportar el rechazo de sus padres con rencor, exponiendo y negociando mi vida y mi muerte por amor; en que por eso su padre me golpea con un bastón, y su madre insulta mi triste posición; noche en que su hermana llora y cree que eso es el amor, el verdadero y único amor como Gimena le ha dicho; noche en que se prohíbe mi presencia y mi existencia en ese caserón; noche en que yo tirito, ella tirita, todos tiritamos de resignación; noche en que me marcho más triste, más magullado, más humillado, más lastimado, noche en que sigue continuando este drama del amor.

Y que ahora escribo con ficciones tanteando el perdón; que todo lo que escriba son simples insensateces de la enajenación; que nadie me creerá, y que por eso ahora cuento más triste que nunca la noche tres de esta canción.

Noche tres, en el caserón, en su balcón, en que su padre, su madre, su hermana, sus amigos, y todo el mundo, han salido por la procesión; Magdalena ha sido sacada otra vez para recibir una larga veneración; noche en que me encuentro temblando y tiritando y muriendo de amor; Gimena con mi declaración, yo sin mi pantalón, Gimena con emoción, yo sin mi posición; noche de amor, único y verdadero amor; noche de poemas, de virgencitas como ella, como Magdalena; noche de penumbras con fruición, noche larga de la veneración… pero noche vil de la imaginación.

Texto agregado el 07-05-2013, y leído por 157 visitantes. (0 votos)


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