Orlando:
Te voy a contar que Antonio Clavijero se enamoró. Y entre paréntesis te traigo a colación que en lo personal, como tú muy bien sabes ya, prefiero hablar de “se volvió loco” (palabra más rica y virgen que la prostituida “se enamoró”).
Sí, amigo, el de Locumba, se volvió loco de La Rosada (¿Te acuerdas de esta tal Rosada? Y de remate. Dicen que jamás supo lo que pasó mientras pasaban las cosas. Que jamás cuándo, dónde y cómo comenzaron y terminaron las cosas rumorosas. Está regresando en sí, el pobre. Pobrecito, el de Locumba.
Ugardo me dijo que La Rosada un día cualesquiera, tal y como cuando una profesora se acerca a su alumno menos responsable y dotado con los números, de plano le dijo “No te confundas, Antonio”, e ilustrando al mismo alumno con los efectos de las guerras, puntualizando o matando: “Lo nuestro ya es historia”.
Antonio se asustó. No creyó la escena y saliendo de ella como recuerda haber salido –fungido y fingido– después de pensar y pensar por más de diez mil años, empezó a creer, y con ello a desechar todas y cada una de las mil posibilidades con que se había alimentado en el silencio y la soledad: i) La Rosada no había hablado en serio (pero sí habló en serio), ii) La Rosada se arrepentiría y ella misma lo buscaría (pero hasta ahora, mucho tiempo hermano, no lo ha hecho), iii) Todo se trataba de una pesadilla, una simple e infausta pesadilla (sin embargo, todo fue tan real que quedó registrado y luego publicado por La Gacela; mentira, Orlando, pero algo se escribió), iv) “Rosada, mi locura de amor, vuelve y perdóname” (pero no, hasta el momento no hay nada concreto, Antonio no lo hará y en caso lo haga, La Rosada lo rechazará; eso pienso), v) La Rosada, en serio o no, había dicho lo que había dicho con el único propósito de hacer madurar a Antonio, de modo que éste solo debía esperar (¿quién sabe cuánto?) en alegre preparación y actividad (pero no, las palabras de La Rosada jamás fueron meditadas), vi) La Rosada es buena persona, vii) La Rosada no existe, viii) “Te odio, Rosada”, ix) Buscaría a La Negra o a La Blanca para dar celos a La Rosada y ésta volvería de inmediato (no funcionaría), x) La chantajearía con una muerte súbita (no, eso era de cobardes, y aunque loco, Antonio no era un cobarde), xi) Utilizaría métodos oscuros vinculados a la brujería, la magia negra y la magia blanca (¡imposible!), xii) Se lo pediría a Dios como último favor, xiii) Etcétera.
Pobre Antonio Clavijero, Orlando. Volverse loco por una colorada.
Antonio está en el hospital. Chocó con un poste cuando pensaba en la decimotercera posibilidad para sobrevivir.
Así, dopado con todas las drogas, parece mejor. Caminando es un paranoico.
Espero que vengas pronto. Para que le hables de las cosas del otro mundo, para que nos hables a los dos, a él y a mí también, de los viejos tiempos en que cruzábamos todo hasta la calle y el río. Vente amigo.
Edgardo. |