A mí nadie me va a llegar con cuentos, no Señor. Yo ya estoy muy vieja para esas vainas. Son ya 10 años Martín, 10 años de tormentos y ansiedades, de vos saltando por la ventana y yo recogiendo las esquirlas de lo que queda, siempre a las 12 del medio-día, como si fuera políticamente correcto morirse a esa hora. Yo te conozco bien y deprimido no estás. Porque vos cuando saltas, lo haces sonriendo Martín. Cómo si te estuvieras ganando un premio. Cómo si tu destino fuera estar pegado a esa calle vacía y sucia, esa que no podes dejar de abrazar directamente desde el tercer piso de este edificio que pensábamos, nos iba a hacer tan felices. Parece que ya sólo a vos te da felicidad loco de mierda.
Nunca te he visto esa cara fuera del balcón, sabes? ni cuando nos casamos. Ni cuando nació Julián. Ni cuando compramos la casa. Y es que no sé por qué no te morís de una buena vez. No sé por qué siempre salís ileso de forma milagrosa, sólo para volver a saltar, y dejar la calle vuelta mierda y hacerme venir desde el trabajo, ya ni siquiera asustada, para recogerte y llevarte, y excusarte con tu familia. Para decirle a nuestro hijo que a eso es lo que te gusta dedicarte. Pero esta vez, sí te vas a morir Martín, me importa un comino que a esto se le llame asesinato. Ya te he llorado tantas veces que no te voy a extrañar, y sabes qué? lo que soy yo, no vuelvo a limpiar la calle, ni una sola vez más. |