MAR


“Tomadlo como queráis: el milagro está allí, detrás de la puerta.”
Tristan Tzara. (de Le Monde Qui Nous Entoure)


Alcancemos el mar pese a las costas, pese a los náufragos,
pese a las desteñidas capotas de los años carruajes.
Hagámonos al mar, ¡oh mi viejo espía de la hondura!
Encima de los astros fluye sal y piedra asombro.
Sonido extraterrestre de las aguas, sonido húmedo y diamante;
temblor de luz; aurora en largos pájaros.


Cantemos el bien buen cantar. Amor. Instante. Infinito.
Cantar. Cantar: supremo navío caracol.
Entra, me vive, me llama, me agita, me duele, me dulce,
me yergue, me ternura, me glorifica, me glorificándose, me soy.
¡Soy, soy! ¡Yo soy, yo soy y aquí!


Perseguid la unidad. Al sol los archipiélagos.
Extrema deserción fuente gaviotas.
Abierto espíritu del fuego nivelando infinitos.
Mueve el aire su rostro fiel amor;
ahora entrando, saliendo, entrando, Yin-Yang.
Regocijo absoluto del amor. Principio Único.


Concedámonos mar a toda gracia.
A la luz fácil de las aguas
se le abrirá el favor de todas las fronteras.
¡El río, el río es nuestra casa! ¡Abrid todas las puertas!
Viejo saludo de la especie. Reja solar.
Reloj de pelos. Rosa inmarcesible de la sidra. Primavera.


A los campos del mar. A los cereales.
Pájaros redondos encima de las mesas,
entrando a los aires las trombas de la sal.
Al sol. A los encuentros campesinos del maíz.
Procurad lejanías en las manos. Besar, besar; único fin.


Cielo, más cielo. Cielo al libre mar.
Espacio, amplitud, distancia unitiva del mar;
Y el vuelo claro y gozoso de la gaviota cadencia.
Fosforescencia cósmica del mar. Música verde.
(¿Verde? ¿Qué dices George Trakl?)
Batir, batir señales al unísono. Vibrar bajo las aguas.


¡A las manos asidas! ¡A los pechos!
A los sentidos puros del aliento.
¡Ser! ¡Ser a toda vela, a todo amor!
Entrega de las cáscaras. ¡Revolución!
El bello. El Mundo alzado en almas para siempre.


Instante. Aquí. Ya es. Soy. Nacer. Vivir naciendo.
¡Oh glorioso regalo sin respuesta!
¡Oh gratitud dormida sin festejo!
Arrogantes pulmones sin saber. ¡Oíd! ¡Mirad!
Sólo mirar, mirar, mirar…
Esta es la más aventura posible.


Fundamos sin dolor la eternidad ya mismo.
El ripio en las candelas se deshace.
Los árboles del seso, del sexo y del exceso
procuran afianzarse en la bodega del ronco bergantín.
¡Ojo marinos, al timón, éa, a los árboles!
Activemos las tareas de alije.


Los sulfuros terneros de la sangre se espeluznan
oyendo las fiebres campanadas del azogue.
La novia está sentada junto a una piedra rosa.
No es saludable el vaho de la sentina oculta.
Saldremos de mañana descalzos hacia el mar;
heridos y sabrosos, coloreando la tierra; incandescentes.


Alertad al mundo, no es necesaria el arca. ¡Ya no!
Aquí se vive con lo justo. Hay que subir bajando.
No hay ‘si’ no hay ‘no’. Hay que bajar subiendo.
El llovedizo espacio nos inunda.
Cantemos marineros. Voces, voces sin tregua.
(Sirenitas de ámbar no me arrojéis un fósforo).


Hay pueblos aborígenes detrás de los remansos
esperando la hermosa amanecida cabellera de otro sol.
Influido el verde sobresalto allá en las islas,
concluye su canción la loca reidera de la jungla.
(Sirenitas: musicad los dardos).


Los países del pudor se han inundado
y han emigrado algunos pirinchos pinateros.
El fuego es continuo y ascendente.
¡Es ahora! ¡Candente infinito!
Es olas, olas. … ¡Oh, es Amor! ¡Es el Mar!