Venus esta triste y se desmorona, pero su belleza no es como la magnolia no se aja ni se cae mustia. Venus está llorando pero el otoño no la pinta de amarillo. Venus sigue llorando pero no se seca.
Venus es el delirio, la fiebre y el cólera. Pasea su cadera burlona, que tras sus pasos pinta los rostros de los héroes pálidos.
Venus que es motivo de guerra es indemne a los campeones y a su hierro. ¡Que se despedacen gritaba ella! ¡A mí no me salpica su sangre ni su guerra!
Marte pide paz y pide tregua. Venus esta triste y los hombres en guerra, los guerreros se despedazan y a Venus nadie le consuela.
Fue por aquellos días que conocí a Venus. Esos días de la guerra de los hombres. Yo me había mantenido al margen, no es que sea yo un cobarde ni que no me guste la guerra o cosa alguna. Es que suelo ser distraído y algo inconsciente de aquellos asuntos que priman en la mente de los hombres.
Pero fue así que conocí a Venus. Iba yo por mi camino y apenas la había divisado y ella de un tropiezo llego a mis brazos. Notoriamente colérica y algo conmovida. Así estaba Venus.
!Necios! ¡Gañanes! Gritaba ella. Se dan de machacasos y se gruñen y no ven que hoy podría inundar de sollozos la tierra entera, se siguen machacando y nadie me consuela.
Y antes que el goterón redondo tomase posesión de sus mejillas mis dedos la rescataron de quedar empapada del llanto. Con los pulgares esparcí la lluvia.
Ahí estaba yo consolando a la misma Venus. Entonces vi caer su pena al suelo como un desmayo anémico, cayo y retumbo en el cielo, cayó como telón violento y traspaso la tierra.
Venus me sonreía y miraba algo atolondrada y ahí ante su belleza oí el grito de Marte, ahí me llamo la guerra.