Un día cualquiera
te cruzaste en mi camino,
y mis ojos
se enredaron en los tuyos;
los zarcillos invisibles
de tus ojos,
atraparon mi alma
sin remedio...
Y fue tan fuerte tu abrazo,
que mi tallo
quedó preso en tus ramas
bebí de tu savia
y tu bebiste de la mía,
y mi follaje se perdió
en la enredadera de tus brazos
Texto agregado el 02-05-2013, y leído por 553
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Lectores Opinan
26-05-2014
Me encantó este poema! Cuidado con los dardos!! Clorinda
04-01-2014
:) Qué bella imagen. Qué simbiosis más perfecta. Ojalá no se os pierda esa magia. ikalinen