Gustarle a una mujer siendo feo es mucho más complicado de lo que se muestra en las comedias románticas norteamericanas. Si una comedia romántica fuera como la vida real, si tan solo entre los ingredientes contaran con una pizca de realidad, un tipo como Adam Sandler o Ben Stiller jamás se quedaría con mujeres del nivel de hermosura que posee, por nombrar un ejemplo, Jennifer Aniston.
A lo sumo, si estos insistieran demasiado (pero demasiado, eh) la linda jovencita lo intentaría, por pura bondad, total a ella no le cuesta nada.
De esta manera, la linda muchachita pasaría dos meses con un tipo feo estudiándolo como si su enamorado fuera un libro de Kant o de Hegel. Anotaría en márgenes de páginas mentales algunos comentarios como “ese perfume me gusta”, “se acordó de mi cumpleaños”, “Le agrada a mi mamá”, “escucha la misma música que yo”. Exprimiría al máximo cada acto que el feo haga para sacarle un poco de belleza, para ver si de algún ángulo puede llegar a verse que ese feo que tiene al lado podría llegar a ser un buen y decente amante. Al final la jovencita nota que lo que está haciendo si es un esfuerzo, y uno muy grande, puesto que ella tiene un trabajo imposible: Buscar belleza donde no la hay.
Y nuestro amante feo, tipos como usted y yo (no se preocupe hombre, que somos muchos), tenemos que soportar permanecer todo el tiempo con el disfraz de “mejor hombre del mundo”. Tenemos que ser inteligentes, atentos, dulces, solemnes; en fin, hay que poner todas esas cualidades patéticas que buscan suplantar a la belleza, para que la mujer amada este tan distraída en lo bien que recitamos versos de Machado o Rubén Darío y no note lo feo (así, lisa y llanamente) que uno es. El tipo que no es lindo para una mujer busca ser lindo, quiere hacerse lindo. Esto es un error. La belleza, mal que nos pese a los feos, no es adquirida, como lo es la inteligencia. Entonces el trabajo del enamorado feo es más imposible que el de la mujer amada: El tiene que fabricar una belleza con la que solo se nace.
Los feos entonces no gozamos ni gozaremos jamás de la comodidad que disfruta el hombre guapo, que no hace prácticamente nada para enamorar y simplemente se muestra en alguna situación y se deja ver y ¡plaf! enamora a la de los ojitos más lindos. El tipo que tiene belleza no necesita más. Yo conozco hasta el hartazgo hombres que aún siendo unos canallas, polígamos, estúpidos, ignorantes, poseedores de barba candado u otras cualidades aún peores llegan a conservar durante años o décadas a la más linda del barrio.
Aunque esta injustica se quiere usar como argumento de la inexistencia o inutilidad de algún dios que no es justo, hay que saber decir que, nosotros los feos, no estamos del todo perdidos. Los feos, al ser feos, contamos con algo que los bellos no tienen: El ansia de ser mejor. Por esta razón no desespere, querido compañero feo, si luego de escribir trescientos poemas para su amada la ve pasar por la tarde de la mano con un hombre mucho más agraciado que usted. No desespere, ya que al fin y al cabo, el poeta sigue siendo usted. |