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Inicio / Cuenteros Locales / FacundoF / La planta del olvido.

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Existieron en el pueblo donde me crié varios jardineros que se jactaban de poseer cierta planta. No se trataba de una planta corriente. Mitologías no del todo estúpidas afirmaban que dicha planta producía un fruto que, ingerido mediante su disolución, era capaz de eliminar el recuerdo presente, siempre fastidioso, de un fracaso en el amor.
Los jardineros se jactaban porque eran unos de los pocos privilegiados en su oficio capaces de hacer germinar tan codiciada y útil planta. Este hecho era visto como una alquimia vegetal, una conjunción de varias semillas indochinas. Las viejas del pueblo creían erradamente (o tal vez no) que era una especie de droga.
Me recuerdo en esos días como un joven demasiado romántico. Me irritaba que la planta fuera tan necesitada y tan vendida (hombres y mujeres formaban largas filas en los viveros para adquirir la planta del olvido). Yo tenía una novia hermosa llamada Julieta, a la cuál amaba profundamente y, a cambio de esto, recibía de sus ojos verdes amor infinito. Cuando solíamos cruzarnos con estas filas de desdichados y desesperados yo enunciaba con tono de poeta : "Jamás, nunca yo compraría esa planta. El olvido es mucho mas infierno que conservar el recuerdo de una dicha pasada." Julieta abría sus ojos, me miraba con admiración y luego me besaba.
Meses después Julieta, mi amada de ojos verdes, me abandono. Creo que se fue con otro hombre que, según mis vecinos, era mucho mas inteligente, atractivo y adinerado que yo.
Pase un tiempo intentando sacar provecho de semejante tristeza. Compuse un vals, escribí unos versos. Era inútil, al momento de mostrar mi arte ella ya no me escuchaba como antes lo hacía. Mis creaciones carecían de fin, porque el único fin era ella, y ella ya no estaba.
Harto de mis penas decidí comprar la planta. Los efectos fueron rápidos y efectivos. La olvidé, por un tiempo.
Mi torpeza me permitió volver a recordarla. Me había olvidado quemar o esconder los versos escritos para ella. Descuidadamente los había dejado sobre el escritorio de mi habitación. Cuando termine de leer las últimas lineas todos los recuerdos habían regresado. Derrame algunas lágrimas que mojaron la hoja. Sentí la espina dorada de la pasión en el corazón clavada, la misma que sintió Machado.
Descubrí esa tarde que el arte siempre vence al olvido.

Texto agregado el 02-05-2013, y leído por 202 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
02-05-2013 Una historia fascinante. Los recuerdos son parte de nuestra vida, por lo tanto no podemos desprendernos de una parte de nosotros mismos, sólo aceptarlos y dejar que se transformen en cicatrices, estas serán visibles pero dejaran de doler. CORAZONVERDE666
02-05-2013 Pienso que la narración está buena, pero que la historia no. brunoporterceravez
02-05-2013 y tendras que volver a comer del fruto, muy bueno, me gusto. jaeltete
 
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