Las formas nos atraviesan, los mitos nos dejan con dudas. Sobre la tierra habitan las luciérnagas y las bestias vestidas de tules.
Hay un mundo incierto, otra vida, aquella que desconocemos pero que por las noches buscamos ansiosos de que exista y nos cobije.
Hay un tiempo de dicha, de sabores compartidos, de amaneceres soñados, creador de místicos sueños que siempre nos regresa a la felicidad que se nos escapo, pero nunca es la misma, hay otras parecidas no iguales.
Hay puertas entornadas, silencios, y aquel reflejo propio que un día dejamos sin volver a mirar, tristes, desilusionados.
El ardiente tiempo que paso se fue consumiendo solo y olvidado, la lluvia se encargo del último carbón rebelde, ahora hay vientos que susurran, que gimen y rondan los tiempos y los perforan hasta el fin.
Borboteando el agua cae, y nadie la escucha. el duende duerme en la cornisa pescando estrellas de colores.
Los jazmines se llenan de gotas cristalinas, y guardan para sí el secreto de la vida.
Nadie reconoce la ausencia gravitar sin tiempo ni sonido.
Místico fuego que consumió el canto de los grillos, el apéndice de una lágrima.
La noche se cubría de verde esmeralda y fulgores de colibríes, miles de mariposas emergían con sus alas como si fueran de agua.
Las nubes se trasformaron, su sol se lleno de colores del arco iris. Parecía un vergel de finas y ondulantes capas esponjosas.
Dentro de la oscuridad penetro la luna, suspirando bordo su estela.
La tierra forestada se mudo de cuadro, dejo paso al desasosiego fue así que sucedió lo inesperado.
Fue corrompida, arrasada, mutilada por el hombre. Fue así que alzo sus aguas la naturaleza al infinito creador,
salvándose de aquel ser indiferente.
Todas las cosas se transformaron para bien, en un mundo al revés, un mundo donde brotan jazmines, donde los arboles ya no gimen.
Los animales no mueren apaleados, los niños no sufren hambre ni frio, los seres humanos equivocados quedaron sin amor. Solo haciendo el bien se le consideraría el perdón.
Hoy la tibieza de una plaza de juegos se parece a una cuna de tules, una nube de besos compartidos, alegría, amor, un cielo esplendoroso.
Un mar que brilla y sus sirenas cantan al ruiseñor, los lobos marinos son como niños jugando en la arena tibia, el cielo es tan azul, la tierra tan clara y bella.
Podría contarles mucho de esta tremenda historia que paso y se repitió, y aún sigue haciéndolo, pero el hombre no cree, no siente, no piensa, no ama. Está metido en un frasco de porcelana.
Allí se encuentra día tras día sin hacer ni un intento por ver más allá, un poco más de lo que está frente a sus narices, es muy triste esta historia, concluiré aquí esperando que cuando regrese o regresen a escribir sobre el mundo y su naturaleza todo haya cambiado.
Así me alejo de esta propiedad que es de todos, pero que no sabemos disfrutar como se debe, somos seres reciclables y atormentados. Los ciclos seguirán y del hombre nada se sabe.
MARÍA DEL ROSARIO ALESSANDRINI.
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