Ella llegó al kiosco el domingo de reyes, no es que me moleste la fecha en sí. Lo que me pasa es que odio a cada cliente que llega con su excusa estúpida, y dá demasiadas explicaciones sólo para que con mi bastón, me recorra los casi doscientos metros que me separan de esa persona, que me hace abrir esa ventanita de este kiosquito de merda a las 8 de la mañana. Y que con sus crisis y al borde del enfisema, sonriente, me aclare:
-Sepa disculpar las molestias ocasionadas, pero el vicio es más fuerte que yo. Un paquete de phillips morris de 10, por favor.
(sarcástico y con boca torcida, una mueca algo parecida a una sonrisa, le contesto)
-¿Algo más?
Ella dudó, se mordió los labios, mientras tanto yo sabía hacer los silencios que incomodan y a la vez esperan, pero que en realidad se anticipan a la culposidad del otro.
La mujer, calculo que de unos treinta y pico o cuarenta años, piensa y mira la vitrina, en señal de buscar algo. Saca un billete de 50$.
Sí, la hija de re mil puta, me extiende el papel y otra vez, tramposamente, sonriente. Pero con los ojos más tristes del mundo me sugiere.
-Supongo que sí, que necesito algo más...
Eso me resultó fatal para mí. Le digo una vez más, más distante y frío.
-Si buscás una excusa, para pagarme con esa cantidad, desde ya te digo: no tengo cambio.
No miento, cuando digo que las ojeras eran enormes, y que delataban la más absoluta discordia con el universo, una suicida que prometía.
Ella me miró, su voz se tornó agresiva.
-Sí, necesito que me venda unos cigarrillos esenciales que me garanticen en quince minutos la muerte repentina ó que calme este dolor que llevo en el alma.
-Lo siento, Massalin Particulares se las ingenió para que vos y mil millones de boludos se mueran de a poco, pero antes deberé venderte este paquetito de diez cigarrillos, para que vos quieras cien mil veces más. Mientras Massalin Particulares se hace cada vez más millonario, vos más pobre y más desesperada, con el agregado de fotitos y epígrafes con frases que te llenan la cabeza, para que dejes de fumar. Quizás te provoquen lo contrario. Yo ya dejé hace 22 años, de un día para el otro y nunca más toqué un pucho. Pero ya a las 8 de la mañana si querés, abre la ferretería...ahí venden veneno para ratas.
Esta vez la muy guacha se río, sacó una moneda, me la extendió y dijo:
-No, mejor vendeme un cigarrillo suelto. Mañana será otro día. Se dio media vuelta y se fue. Nunca más la volví a ver.
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