Para Clemencia

Te vi, te vi hace ya tiempo,
no puedo decir cuánto;
fue cuando la única luz provenía de una luna veraniega,
cuando al mirar al firmamento me tope con tu mirada.

Cuando también tus ojos vueltos
contemplaron la majestad del cielo,
y sin querer nuestras miradas se encontraron
y vi en tu ojos la majestad de una noche primaveral.

Fue mi alma fue acariciada por tu voz,
mi corazón se conmovió por vos,
y en ti puede ver hasta mi interior belleza,
y tu alma brillando en tus oscuros ojos.

Te vi rodeada de ángeles
pero ninguno con tu grácil belleza,
y la lozanía tu rostro
aun cuando digan, que para mí hay más bellas que tu.

Te vi al entrar en ese jardín hechizado
cuando contemplabas la luna
tus ojos se posaron en mi,
y mi corazón fue descubierto ante ti.

El perfume de los rulos de tu cabello
danzaron al compás de un suave viento,
delicados fueron reposando en mi inquieto cuello;
no supe quién era quién me hechizaba.

El jardín encantado o el encanto de tu perfume,
somnoliento me perdí en tu escancia
deseando aspirar cada gota de la brisa prístina
que ante nuestros ojos caía.

No pude enterarme cuanto tiempo pase allí
pues lo único que importaba era tu mirada en la mía,
y sin decirnos palabras nos amamos tu y yo
yo y tú en una eterna armonía.

No se que tiempo transcurrió
no importó,
pues las rosas adornaron las palabras que te dí
y las hicieron dignas de ti.

Solo sé que tus caricias
perennes permanecen en mis brazos
el fuego de tus labios
aun quema mis los míos,
y te sigo contemplando en el firmamento nocturno.