Ya llegaras a viejo.

Esas fueron mis palabras aquel día. Entré a tomar clases de alemán que no son nada fáciles, es un idioma muy complicado. Recuerdo que estábamos tomando una certificación muy importante y para entonces ya debías de tener conocimientos básicos en el idioma. Cuando fue nuestra primera clase de alemán solo entramos 7 personas, todos mis compañeros, el maestro Julián y yo nos presentamos al frente del grupo.

Pasó una semana de clase cuando un nuevo alumno llegó al salón, se trataba de Rogelio un contador de 60 años. Me parecía muy motivante ver que gente mayor tenía el interés de estudiar algo nuevo, era como el amor que no tiene edad.

Siempre tuve una buena relación con el maestro, pero siempre hay un frijol negro en el arroz, esta vez fue algo que me pareció muy grosero.

Rogelio se sentaba en medio de todos para escuchar mejor y tratar de ver bien al pizarrón. Siempre que el maestro ponía una grabación que era parte del ejercicio Rogelio siempre pedía que le repitieran la grabación por que el no escuchaba con atención y necesitaba más de una vez que se le pusiera el disco. Pero el maestro la regó un día al decir que él no estaba para repetir nada y mucho menos para explicar las cosas dos veces porque se suponía que estábamos en ese curso porque ya sabias muchas cosas. Esa actitud me molestó mucho y fue de las cosas que no me olvidaré jamás.

Tiempo más tarde me casé y tuve hijos de los cuales uno de ellos en estos tiempos ya tiene 22 años la misma edad en la que yo tomé esos cursos de alemán.

Mis hijos hablan el idioma ingles y el alemán, pero ahora están aprendiendo italiano. Samuel mi hijo mayor se inscribió en una escuela para tomar los cursos de italiano. Pasó el tiempo y en una charla mi hijo me comentó algo que me dejó perpleja.

-¿sabes mama? En mi salón hay un señor ya viejito como de unos 60 años
-que bien. Me parece perfecto que la gente se prepara a cualquier edad.
-sí, pero sabes algo. El maestro es muy grosero con él.
-¿porque? – pregunté.
-lo que pasa es que ese señor pide que le repitan la grabación y el maestro le dice que él ya debe de tener las suficientes habilidades para poder escuchar ese idioma perfectamente. – Me quedé pensando por un momento – ¿mama? Este bien
-si hijo, estoy bien. Creo que me voy a dormir

Meses después mi hijo recibió sus papeles en un restaurant y fuimos todos a apoyar a mi hijo. En la ceremonia se nombraron a los alumnos que estaban recibiendo sus papeles. Mi hijo días antes me dijo que su maestro había ayudado al hombre que siempre le pedía que repitiera la pista.

Nombraron a mi hijo pero era tanto el ruido que no se escuchaba el nombre de todos los alumnos mencionados.

En la fiesta mi hijo me presentó al “viejito” y cual va siendo me sorpresa.

-mamá te presento a Julián él es otro compañero del curso. Del que te conté.
-que tal mucho gusto. Leticia Ruiz – y le extendí mi mano.

Así es el hombre que cuando fueron sus mejores años era grosero con Rogelio y no le repetía la pista y era déspota con él, hoy vivía lo mismo. Le dio tanta pena el verme de frente que se desapareció de la fiesta,

Ya decía yo. Ya llegaras a viejo.