Cap. 30 Antes de la Boda…
A la mañana siguiente del desdichado incidente con la Condesa de Montebello, Dylan despertó sintiéndose algo mejor. El día anterior cuando había llegado a su casa se había ido derecho a darse un largo baño, luego de lo cual se tiró en su cama y no despertó hasta que ya el sol estaba poniéndose. Su estómago aun le molestaba y decidió no forzar las cosas, de modo que solo tomó algo de té y prácticamente enseguida volvió a dormirse. El mayordomo le había informado que el Conde Cagliari había ido a verlo en la mañana y en la tarde, y aunque sintió el enorme deseo de romperle la cara a Luciano, eso también había tenido que esperar.
Esa mañana después de su habitual cabalgata matutina, y una vez bañado y vestido apropiadamente, bajó a desayunar. Había pensado que sintiéndose mucho mejor, tendría un apetito voraz, sin embargo, su estómago no parecía estar de acuerdo.
Estaba abriendo su correspondencia cuando le fue anunciada la presencia de Luciano. Dylan pensó que definitivamente aquel individuo le tenía poco aprecio a su cabeza.
- Buon Giorno -- lo saludó alegremente
- Realmente eres muy desvergonzado Luciano Franceschi -- le dijo
- Aunque básicamente estoy de acuerdo contigo -- dijo mientras se sentaba y cogía unas uvas -- ¿Por qué lo estás diciendo?
- ¿Cómo que por qué imbécil? -- preguntó Dylan -- Para empezar no sé en qué horroroso lío me vi involucrado seguramente por tu causa, y luego vas y me dejas al dudoso cuidado de tu hermana.
- Aclaremos, en primer lugar el “horroroso lío” lo provocaste tú y no yo -- dijo para asombro de Dylan -- en cuanto a lo segundo, me pareció que necesitabas “cuidados especiales” y podemos decir muchas cosas de Emiliana, pero se desvive por brindártelos.
- Estabas perfectamente al tanto de mi decisión de no…
- Vamos Dylan, has dicho lo mismo siempre e igualmente siempre terminas volviendo. Yo en tu lugar estaría más preocupado por la ira de cierto Duque cuya esposa no es nada discreta, y cuya poca prudencia estuvo a punto de costarte tu orgullosa cabeza.
Repentinamente Dylan había “recordado” a la criatura en cuestión, y se maldijo en todos los tonos. Pero como eso ya no tenía remedio, se preparó para enfrentarse al furioso marido. Mientras que Luciano lo miraba con algo que Dylan identificó como… ¿curiosidad?
- Descuida -- dijo Luciano como si hubiese podido leer sus pensamientos -- ese asunto está resuelto
- ¿Cómo que está resuelto?
- Ya me encargué de eso, pero no es necesario que me lo agradezcas -- le dijo con sonrisa maligna
- Luciano, me acabas de decir que tenía que preocuparme…
- Ya hombre -- lo interrumpió -- solo quise fastidiarte.
- Pues ciertamente lo hiciste y mucho, pero no por eso, casi asesino a tu hermana -- y Luciano rió -- No le veo la gracia cretino
- Dylan, convengo en que Emiliana puede llegar a ser irritante, pero estoy seguro que se aplicó mucho para hacerte sentir mejor
- Y te equivocas estúpidamente, porque a menos que consideres una buena cosa que haya intentado envenenarme, no veo…
- No digas necedades hombre, Emiliana no… -- pero se detuvo y lo miró acentuando su anterior mirada -- ¿Por qué piensas que intentó envenenarte?
- Porque estoy bastante seguro en primer lugar de no haber bebido tanto como para despertar sintiéndome como me sentía, y el hecho de que recuerde lo sucedido, aunque haya tardado en hacerlo, lo prueba, Y segundo, porque ayer pasé el peor de los días, mi cabeza parecía a punto de reventar, y mi estómago ha rechazado prácticamente todo alimento, eso sin contar con el dolor en todo el cuerpo, que ahora estoy seguro obedecía al mismo asunto porque no fui lo suficientemente golpeado como para justificar semejante malestar.
La expresión de Luciano había cambiado en forma radical, lo que llevó a Dylan a sacar rápidas conclusiones y a confirmar sus sospechas de que Emiliana le había dado “algo” que no era té precisamente. Pero se sorprendió cuando su amigo se puso repentinamente de pie y anunció que se marchaba.
- ¡Hey! -- lo detuvo -- Si estás pensando ir a reprenderla ya no vale la pena, me conformo con que no me vuelvas a prestar el dudoso servicio de dejarme a su cuidado.
- No, pero tengo otros asuntos que atender -- le dijo y Dylan casi se echa a reír, porque desde que lo conocía si había algo que NO tenía el Conde de Cagliari era “algo” qué hacer -- Vendré en la noche y…
- Pues ni te molestes, salgo en la tarde para Francia y…
- ¡No! -- exclamó Luciano para mayor asombro de Dylan
- ¿Disculpa?
- ¿Qué vas a hacer a Francia? -- preguntó recuperando su tono normal, pero de forma completamente innecesaria porque sabía la respuesta, solo quería ganar tiempo y pensar en una salida
- La boda de Kendall es en unos días -- le dijo mirándolo aun con extrañeza
- Pero tú no quieres ir a esa ceremonia
- Yo nunca dije que no quisiera ir
- No es necesario, te conozco lo suficiente y no precisaba escuchártelo decir.
- Aunque así fuese, no puedo faltar
- Dylan, tu padre murió hace relativamente poco, estoy seguro que nadie te criticaría por…
- No se trata de que me critiquen o no Luciano, tú eres mi amigo y te aprecio mucho, pero Kendall es como mi hermano y simplemente no puedo hacerle eso.
Luciano se quedó mirándolo por unos minutos y analizó la situación. Lo que Dylan acababa de decir él lo sabía, pero también sabía lo que Dylan no había dicho y que se negaba tercamente a reconocer. Él conocía a Dylan desde hacía casi ocho años, cuando visitó por primera vez Florencia, y eran amigos desde entonces a pesar de la oposición del anterior Duque de Livingstone, lo había acompañado en varios de sus viajes y de lo primero que se había enterado Luciano con relación a la vida personal de Dylan, era que estaba enamorado como un escolar de la futura esposa de su amigo Lord Arlingthon. De hecho, cuando Luciano se enteró por los Canards que la susodicha señorita Saint-Claire estaba en Francia, quiso arrastrar a Dylan allá, pero él se había negado pretextando que tenía otros planes y a continuación desapareció por un largo período de tiempo. Lo que nunca le dijo, era que él sí había estado en Francia y había visto a la mencionada señorita. Ciertamente le había parecido muy hermosa, pero inaccesible por decisión propia, y con un padre especialmente peligroso. Aunque Luciano no habría tenido ningún inconveniente en acercarse a ella, ya que no solo estaba respaldado por unos apellidos suficientemente sólidos como para aspirar a ser presentado a la damita, sino que poseía la dosis adecuada de encanto personal para ello y unas cuantas cosas más, decidió no acercarse en consideración a lo que su amigo sentía por la chica, y a otro asunto más personal. De manera que se había olvidado de todo y había vuelto a Italia.
Cuando Dylan regresó en oportunidad de la enfermedad de su padre, y le comentó que Lord Arlingthon contraería matrimonio con Sophie Saint-Claire, se sintió indignado y furioso en contra de Kendall Arlingthon, porque se preguntaba qué clase de amigo era aquel, pero luego de las sucesivas conversaciones con Dylan, había concluido que el necio éste nunca expresó sus sentimientos, de modo que Arlingthon nunca se enteró de nada.
Sin embargo, ahora no podía permitir que Dylan se presentase en esa boda, porque estaba seguro que en las actuales circunstancias sería un positivo desastre. El asunto era que no veía cómo evitarlo. De modo que si no podía impedirle ir, tendría que asegurarse de otro modo que su amigo no cometiera una locura. Normalmente Luciano no se interesaba por nada ni por nadie que no fuese él mismo, y lo traía sin cuidado lo que la gente hiciese, pensase o padeciese, pero en este caso le tenía verdadero aprecio a Dylan, aparte de que en parte se sentía co responsable de su actual estado de vulnerabilidad.
- De acuerdo, entiendo todo eso -- dijo después de pensarlo un momento -- ¿pero puedo pedirte algo?
- ¿Qué cosa?
- ¿Me dejas acompañarte? -- Dylan sintió el repentino deseo de reír
Sabía perfectamente que por algún motivo que él no alcanzaba a comprender, Kendall le resultaba tremendamente antipático a Luciano y viceversa, de modo que aquella petición además de extraña, carecía por completo de sentido.
- ¿Qué sucede Luciano? ¿Acaso estás aburrido de la temporada social? -- preguntó con sorna
- No pero me gustaría ir a Francia
- Luciano Franceschi, aunque me sintiera inclinado a creerte y no es así, tú y yo sabemos que no soportas a Lord Arlingthon, y…
- Y es una oportunidad inmejorable para ver cómo se arruina la vida -- lo interrumpió él con una sonrisa torcida
- ¿Qué dices?
- Vamos hombre, todo infeliz que sea capaz de casarse, va derecho a arruinarse la existencia, así que… -- y dejó la frase inconclusa dándolo por sobrentendido
- Eres un bastardo arrogante, pero aun así no veo razón para fastidiarle la boda a Kendall con tu presencia.
Dylan era normalmente muy directo para decir las cosas, pero con todo no solía herir a las personas sin necesidad, y él mismo se sorprendió de haber dicho aquella barbaridad, pero al mismo tiempo no sintió ningún arrepentimiento por ello, lo que lo sorprendió aún más. Mientras que Luciano no solo no estaba para nada sorprendido, aparte de que eso no era un secreto para él, ya que estaba perfectamente al corriente que la antipatía entre Arlingthon y él era mutua, aunque Dylan y él nunca hablasen de ello. Pero esto no hizo más que reforzar sus intenciones de ir con él a Francia. De modo que puso al servicio de su causa, todo su considerable encanto, poder de convencimiento, y otras habilidades hasta conseguirlo, y prometiendo hacerse notar lo menos posible.
Una vez que Dylan aceptó su compañía, se apresuró a marcharse argumentando que debía prepararse para el viaje, pero en realidad tenía otros planes muy concretos y al abandonar la casa de su amigo, su alegre sonrisa se esfumó y marchó a su destino con decisión.
Emiliana estaba sentada frente a su tocador cepillando de forma distraída su largo cabello, pero se giró sobresaltada.
- Te lo advertí Emiliana -- escuchó la voz llena de ira de su hermano
- Deberías… -- comenzó, pero calló al ver a Luciano avanzar hacia ella
- Hace ocho años te advertí que no te atrevieras
- Era un niño entonces y respeté tu orden
- “Mi orden” no tenía fecha de caducidad
- No veo por qué tanto escándalo, es solo un hombre común y corriente -- dijo con más valor del que en realidad sentía
- Dylan Danworth es muchas cosas, pero dista mucho de ser común y no tiene nada de corriente, pero lo que lo establece la mayor diferencia es que es MI amigo.
- Tú no tienes amigos Luciano -- dijo ella con desprecio
- Ese puede considerarse un mal menor si lo comparamos con el tuyo que es carecer de cerebro. Eres bella pero estúpida, puedes ser ardiente en la cama para beneficio de los incautos que caen en ella, pero eres incapaz de sentir realmente. Los hombres pueden creer que te aman, pero en realidad solo te utilizan, del mismo modo que tú a ellos y luego quieres cobrar venganza sobre algo que tú misma propiciaste. En suma, eres un desperdicio de tiempo y espacio
Cuando se trataba de herir, Luciano era sin duda el mejor, y su hermana por quien ciertamente no sentía ningún aprecio, había cometido un terrible error que estaba a punto de pagar de la forma más costosa.
- Como de costumbre, cometiste un error de juicio porque careces de él -- continuó Luciano -- No lo notaste porque solo te interesaba una cosa, pero Dylan Danworth “era” diferente. He conocido muchas más personas de las quisiera y menos de las que aún me falta por conocer, pero ello me ha servido para darme cuenta que estamos llenos de egoísmo, envidia, odio, crueldad y en casi todos predomina la necesidad de destruir a los demás para autoafirmarnos. Sin embargo, Dylan no es así, es noble, es leal y con un tal vez exagerado espíritu de sacrificio. Pero lo más importante y lo único que tenías que haber tenido en cuenta en beneficio de tu propia salud, es que es la única persona a la que en todos mis años de vida he podido llamar amigo, de modo que no debiste meterte con él.
Emiliana ahora estaba aterrada, los ojos de Luciano se habían vuelto dos verdes puñales que le estaban gritando mucho más que su voz, y cuyo mensaje de frío odio estaba traspasando su piel, y repentinamente cambiaron mucho, lo que le indicó a Emiliana sin ninguna duda que estaba en verdadero peligro.
- Cometiste un terrible error Emiliana, y vas a pagar por ello mi “querida” hermana
Aquella misma tarde Dylan y Luciano partieron rumbo a Francia, y en cierta forma Dylan se alegró de llevar compañía. La razón para ello era que la distancia entre Florencia y París es de aproximadamente 1.200 Km., razón por la cual el viaje resultaba extraordinariamente largo, y hacerlo acompañado era infinitamente mejor que hacerlo en solitario. Sin embargo, y a pesar de que solo se detuvieron el tiempo estrictamente necesario, apenas si llegaron con tiempo.
El día en cuestión, Sophie se había despertado muy temprano y aun en contra de lo que había pronosticado, no se sentía en lo absoluto cansada, pero en cambio sí estaba en extremo emocionada. Desde que despertó su corazón no había dejado de latir a un ritmo acelerado, y cuando abrió los ojos lo primero que se encontró fue un enorme ramo de flores. Sonrió y tomó la nota que la doncella había dejado junto al mismo.
"A partir de mañana, podré dártelas yo mismo todos los días. Te amo. Kendall"
Desde el día que ella había aceptado desposarse con Kendall, a diario recibía un ramo parecido, sin faltar un solo día a lo largo de casi un año. Y aunque siempre se sentía emocionada, la de hoy era una emoción diferente. Ese día se convertiría en Lady Arlingthon y comenzaría una nueva etapa de su vida al lado del hombre que amaba. Lo único que la entristecía, era que en cuanto se efectuase la ceremonia harían una breve visita a Italia y partirían de inmediato a Inglaterra donde residirían, lo que implicaba alejarse de los Saint-Claire.
Durante los últimos cuatro años, ellos habían constituido la familia que Sophie más había deseado. Su tío Maurice se había ganado su corazón prácticamente desde el primer día, su tía Marie con su dulzura la había hecho olvidar los años de soledad. Jacques en todo momento se mostró no solo amable sino en extremo protector con ella, y también se había ganado su afecto. Pero de todos a quien más echaría de menos, sin duda era a Madeleine, porque a pesar de haber tenido cuatro hermanas, con ninguna desarrolló el lazo que la unía a su prima. El caso de Phillipe era diferente, a él lo vería más seguido porque había decidido que pasaría la mitad del año en Inglaterra y la otra mitad en Francia, lo que a ella le produjo una gran alegría, ya que no habría soportado estar tanto tiempo separada de su padre.
Por su parte, el futuro esposo de Sophie no podía estar más feliz. Dos días antes de la boda, se llevó la enorme sorpresa de la llegada de sus padres. Ellos no le habían avisado que finalmente irían, y de hecho en su última carta volvían a lamentar no poder hacerlo. Sin embargo, después de la sorpresa y la alegría inicial, Kendall se preocupó, miró con aprensión a su madre y preguntó por su salud, pero ella le aseguró que estaba perfectamente y que solo había sido un problema pasajero y que no había dejado secuelas.
La otra sorpresa se la llevó el mismo día de la boda. Acababa de entregar la nota para Sophie al sirviente, cuando sintió pasos apresurados y se volvió.
- ¡Dylan! -- exclamó y corrió a abrazar a su amigo
- Supongo que no creíste que iba a perderme el gran acontecimiento ¿no?
- Pues la verdad ya estaba resignado, pero pudiste haber escrito aunque solo fuese una línea grandísimo infeliz -- le dijo golpeándole el brazo
En ese momento venía entrando Luciano y la expresión de Kendall varió de forma casi imperceptible.
- Supongo que recuerdas a mi amigo el Conde de Cagliari -- dijo Dylan
- Buon Giorno milord -- saludó Luciano
- Milord -- se limitó a decir Kendall con una ligera inclinación de cabeza
Aunque nunca habían hablado de ello, Kendall estaba seguro que Dylan lo conocía lo suficiente como para saber que aquel sujeto no le agradaba. Sin embargo, difícilmente habría podido decir nada o expresar malestar alguno, ya que estaba en la propiedad de Dylan y ciertamente él podía llevar a su casa a quien le diese la gana. Pero en ese momento se reprochó el no haber seguido el consejo de su futuro suegro en el sentido de haberse trasladado al Chateau que había adquirido con miras a futuras visitas a Francia, ya que Sophie había expresado su deseo de volver a visitar a su familia, pero él no había querido porque era su regalo de bodas para Sophie, de manera que si se hubiese trasladado allá, habría arruinado la sorpresa y en cualquier caso no quería estar allí sin ella.
- Permítame felicitarlo por su próximo enlace matrimonial -- estaba diciendo Luciano en aquel momento
- Gracias milord -- contestó Kendall
- ¡Vamos hombre, quita esa cara! -- exclamó Dylan -- Sé que Luciano no te resulta el individuo más simpático del mundo, pero solo tendrás que soportarlo por unas horas -- agregó con una sonrisa sardónica
Kendall abrió desmesuradamente los ojos ante el comentario tan poco amable, y se preguntó qué demonios le sucedía a Dylan. Luciano notó el malestar de Kendall, y aunque lo estaba disfrutando, creyó su deber restarle importancia al asunto.
- No le preste atención Lord Arlingthon, si conoce a este majadero tan bien como yo, sabrá que le satisface molestar al prójimo
A Kendall le molestó la velada insinuación de que aquel imbécil pudiese conocer a Dylan mejor que él que había crecido a su lado, pero aunque ciertamente estaba acostumbrado al humor ácido de su amigo, aquello casi rayaba en la grosería y no dejó de sorprenderlo. Sin embargo, no hubo tiempo para mucho más, porque los viajeros subieron a sus habitaciones a asearse y descansar un rato.
Hacia media mañana, una doncella entró a la habitación de Sophie y puso ante ella una bandeja con un paquete. Sophie le agradeció y una vez que la doncella salió, miró el paquete y sonrió. Antes de abrirlo pensó que Kendall la estaba consintiendo mucho, pero en cuanto abrió el estuche ahogó una exclamación. Después de mirar su contenido, tomó la nota adjunta.
"Dije que quería ver esto en un solo lugar y sigo pensando lo mismo. En cuanto a lo “otro”, pensé que le gustaría recuperarlo. DD"
En el fondo del estuche estaba la daga regalo de su padre y que había considerado perdida cuando atacó al Duque de Armagnac con ella, pero evidentemente Dylan la había recuperado y se la estaba devolviendo junto con la cadena que él le había dado hacía muchos años atrás.
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