TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / Gemdariel / Vidas Cruzadas (Cap. 29 Lejos de Francia...)

[C:520803]

Cap. 29 Lejos de Francia…

Faltaba solo una semana para la boda y el Chateau Saint-Claire era un hervidero. A pesar de lo muy emocionada que estaba Sophie, estaba igualmente muy cansada de tantas carreras, y una mañana se lo expresó en esos mismos términos a un risueño Phillipe.

- Padre, el día de mi boda ni siquiera tendré voluntad para llegar al altar y caeré a las puertas de la Iglesia rendida de puro agotamiento -- se quejó la chica

- Vamos hija, todas las mujeres disfrutan mucho de los preparativos de sus bodas

- Pues insisto en que debí ser hombre -- dijo ella con terquedad

- Dudo que tu prometido se muestre muy conforme con ese deseo -- siguió bromeando Phillipe


El susodicho prometido estaba enormemente emocionado, y no veía la hora de que llegase el momento tan esperado. Solo dos cosas empañaban su dicha, y ya se había resignado a que no había forma de revertir eso. Sus padres seguían negándose a hacer aquel viaje y por lo que le había escrito su padre, no se trataba de que no quisiesen ir, sino que Brenda, su madre, no estaba muy bien de salud. De modo que ya Kendall se había resignado al asunto. Por otro lado, faltando apenas una semana para la boda, le llegó una carta de su hermano Arthur donde le comunicaba que él tampoco podría asistir porque su esposa le había anunciado que estaba embarazada. Por una parte se alegró sinceramente por su hermano, pero por otro lamentó que también tuviese que prescindir de su presencia. Y por último, pero no menos importante, la última carta que recibió de Dylan, fue en oportunidad de la muerte de Joseph Danworth. Era extremadamente breve y aparte de notificarle el lamentable deceso, solo decía que debía ocuparse de algunos asuntos legales y nada más, después de eso no había tenido más noticias suyas. Le había escrito tanto a sus Villas en Florencia y Milán, como a Living Hall e incluso a su residencia de Londres, pero no había recibido respuesta. De modo que ya asumía que tampoco estaría presente el día de su boda.



Después de la muerte de Joseph, Dylan se había ocupado concienzudamente de todo cuanto su padre le había encargado. Una vez que atendió todo lo concerniente al asunto legal de su herencia y la posesión de los títulos, resolvió la cuestión de su madre. Ese mismo día cuando salió de Living Hall, fue a Darnley. Ese era un asunto pendiente, porque en su última carta Kendall había manifestado su tristeza y la de Sophie, ya que sus padres confirmaban que no asistirían a la boda.

Brenda estaba en su saloncito particular haciendo un poco de bordado, cuando fue interrumpida por el mayordomo.

- Mi lady siento interrumpirla, pero milord me ordenó avisarle que Lord Danworth está en el salón -- dijo el hombre

- Gracias -- dijo Brenda

Dejó a toda prisa lo que estaba haciendo para ir a recibirlo. No veían a Dylan desde que había partido con su hijo, y le causaba mucha emoción verlo de nuevo.

- ¡Dylan! -- exclamó en cuanto entró al Salón

- Mi lady -- dijo él poniéndose de pie, pero un segundo después, la mujer lo estaba abrazando

- Que gusto verte Dylan

- Gracias mi lady, a mí también me complace verla.

- Lamento mucho lo de tu padre -- dijo luego, y el chico bajó la cabeza

Los Arlingthon se sintieron de veras apenados, porque era evidente que le había afectado mucho la muerte de Joseph. Después de un momento le pidieron que les diera noticias de su hijo. Él les dijo que llevaba casi un año sin verlo, porque desde que se había ido a Italia por la enfermedad de Joseph, no había vuelto a Francia.

- Sin embargo, aparte de mi deseo de saludarlos y a riesgo de parecer entrometido, esa es la razón que me trajo aquí hoy -- les dijo y ellos lo miraron con extrañeza

- Él está bien ¿verdad? -- preguntó Brenda con aprensión

- Sí mi lady, Kendall está perfectamente, pero muy triste porque tengo entendido que no asistirán ustedes a su boda.

No fue necesario que ellos dijesen nada, porque por la forma en la que se miraron, Dylan supo que no había ningún impedimento para su asistencia, y que fuese cual fuere el motivo, obedecía a una decisión personal. Esto lo hizo preguntarse de nuevo si la pasada conducta de la madre de Sophie tenía algo que ver en el asunto. Pero si algo no tenía Dylan, era intenciones de quedarse sin respuestas, y siendo como era muy directo para todo, los enfrentó con la pregunta.

- Están ustedes en libertad de no responder, por supuesto -- comenzó -- ¿Pero hay algún motivo por el que se sientan inclinados a desaprobar la decisión de Kendall?

Los Arlingthon se sorprendieron tanto por la percepción como por la precisión de aquel chico, pero más aún por lo directo de la pregunta.

- No tenemos nada en contra de la señorita Saint-Claire como persona -- comenzó William -- pero pensamos que no es la dama más adecuada para Kendall

- ¿Y puedo preguntar la razón?

- Dylan, entendemos que Phillipe pasó por una época muy dura, y que tuvo que hacerse cargo prácticamente él solo de sus hijas, razón por la cual creemos que al menos la pequeña no recibió la educación adecuada

- ¿En qué sentido? -- Dylan estaba furioso, pero se cuidó muy bien de demostrar ningún sentimiento

- Para ser honesto, en todos los sentidos. Estamos al tanto de la amistad que mantuvo con ustedes siendo apenas una niña, y ya eso en sí mismo deja mucho qué desear. Por otra parte, no tuvo la orientación adecuada por parte de una madre, de modo que dudamos mucho que pueda cumplir con su rol de esposa, y menos aún con el de madre de un niño, porque supongo que no has olvidado que Kendall tiene un hijo.

Dylan tuvo que hacer un verdadero e inhumano esfuerzo para no ponerse a gritar a Lord Arlingthon. Sin embargo, tuvo el juicio suficiente como para no hacerlo. Intentó serenarse y organizar lo que acababa de escuchar. Si lo veía desde su punto de vista, es posible que la razón les asistiese, pero faltaba el pequeñísimo detalle de que ellos no conocían a Sophie como la conocía él, por lo tanto no sabían el tamaño de su error.

- Milord, no es mi intención contradecirlo, pero me gustaría sugerir en primer término, que antes de juzgarla de manera tan dura, se diesen la oportunidad de conocerla. No voy a cometer la necedad de negar lo que ya saben, de niños mantuvimos una relación de amistad y esto nos permitió conocer y saber lo dura y solitaria que fue su infancia, y nos dio al mismo tiempo la oportunidad de aliviar en algo esa desafortunada situación con nuestra compañía. Con relación a su educación, no hay nada por lo que deberían ustedes preocuparse menos, porque puedo asegurarles que recibió una de las más esmeradas. Es posible que Phillipe Saint-Claire estuviese muy ocupado, pero no por eso descuidó la educación de su hija. En cuanto a su preocupación por la falta de guía materna, tampoco puedo negar eso, pero si lo ve desde otro punto de vista, esto quizá haya resultado hasta cierto punto beneficioso. La tía de la señorita Saint-Claire debe haber suplido esa carencia en forma muy adecuada, porque he tenido de oportunidad de ver el comportamiento en sociedad de las hermanas de la señorita Saint-Claire y el de ella, y puedo asegurarle que dista mucho la una de las otras -- hizo una pausa y luego agregó -- Están ustedes en todo su derecho a preocuparse por Kendall, pero les pido por favor que les den la oportunidad. La señorita Saint-Claire es la mujer que Kendall ama, y a la que ha amado siempre, de modo que siendo ustedes los padres que siempre he creído que son, apelo al amor que sienten por su hijo para que acepten su decisión y no le hagan las cosas difíciles. Ya Kendall sufrió mucho con la pérdida de su hija, y si ahora tiene la oportunidad de ser feliz, creo que todos deberíamos apoyarlo.

Los Arlingthon estaban sumamente incómodos, por un lado les apenaba que un chico estuviese allí plantado diciéndole todo eso, por otro, era imposible negar la justicia de sus argumentos, y por último se sentían miserables por haber estado negándose a apoyar a su hijo en algo tan importante para él.

Después de eso y aunque no se comprometieron en ningún sentido, Dylan esperaba sino haber conseguido la asistencia de los Arlingthon a la boda de su hijo, al menos haber logrado allanarles un tanto el camino, para cuando Kendall y Sophie regresaran a Inglaterra. Se despidió de ellos en los mejores términos, prometió visitarlos de nuevo cuando volviese al país, y se marchó.

- William -- dijo Brenda cuando estuvieron solos -- cada vez me convenzo más de lo equivocada que estuve con ese muchacho, no solo es el mejor de los amigos, sino uno de una lealtad a toda prueba, ni siquiera Arthur que es su hermano, exhibe esa lealtad hacia Kendall.

- Como te dije la vez anterior, lo veíamos como el chico revoltoso y transgresor que era, pero debo reconocer que se ha convertido en la clase de hombre que muchos querrían ser y que pocos son. Y coincido contigo, nuestro hijo es muy afortunado al tenerlo como amigo.



Una vez que Dylan terminó con sus asuntos en Inglaterra volvió al continente, se detuvo brevemente en España para entrevistarse con los administradores de sus propiedades allí, y luego volvió a Italia. Era allí donde su familia siempre había tenido más intereses, y se dedicó a hacer un recorrido por todas sus propiedades, y luego de eso volvió a Florencia. Aun estaba pendiente el viaje a Francia, pero por algún motivo no deseaba hacerlo, de modo que comenzó a retrasarlo.

Como todos sus asuntos legales ya estaban resueltos, Dylan se dedicó a distraerse. Había vivido unos meses terribles con la enfermedad de su padre, y esto lo había afectado tanto emocional como físicamente.

- Vamos hombre -- le dijo un día Luciano -- entiendo y respeto tu abatimiento, pero aunque lamentablemente tu padre falleció, tú sigues vivo. De modo que se acabó el encierro, es hora de que salgas y respires de nuevo.

Y efectivamente lo arrastró a un interminable desfile de cenas, veladas musicales y eventos de todo tipo. Pero aparte de eso, se encontró nuevamente con la Condesa de Montebello, y como de costumbre Emiliana le expresó en los términos más claros, que estaba más que dispuesta a recibirlo tanto en sus salones como en su cama, pero Dylan siguió manteniéndose a distancia.

Un día Dylan despertó sintiéndose terrible, sentía que le dolía todo. Intentó abrir los ojos y no le fue posible, pues la luz los hirió en forma violenta. Hizo memoria y los recuerdos fueron llegando poco a poco. El día anterior había comenzado mal y parecía no haber terminado mejor. A la hora del desayuno recibió otra carta de Kendall, esta vez más breve que las anteriores. En esta ocasión se limitaba a decirle que esperaba que estuviese bien, y que seguía teniendo esperanzas de que llegase a tiempo para su boda. Esto le recordó a Dylan que faltaban solo ocho días para la bendita boda, y su día se ensombreció.

Después de eso salió a montar, tuvo una intensa práctica de esgrima, fue a comer con unos amigos, y en la noche salió con Luciano. Pero a partir de ahí, los recuerdos se hacían borrosos, aunque estaba seguro que no había bebido tanto. Recordaba haberse peleado a golpes con varios sujetos, o al menos eso creía porque era una imagen más bien confusa, y se preguntó si lo había soñado. Pero luego pensó que era muy posible, ya que Luciano no discriminaba a la hora de frecuentar toda clase de lugares, y en algunos las cosas solían ponerse difíciles. Además de que el dolor en diferentes zonas de su cuerpo, atestiguaba que debía haber recibido muchos golpes. Sin embargo, algo no le cuadraba porque seguía con la idea de no haber bebido tanto.

Intentó girar la cabeza y un dolor en el cuello se lo impidió, maldijo por lo bajo y se preguntó en qué clase de lío había estado metido. En ese momento recordó la voz de su padre advirtiéndole acerca de Luciano, ya que Joseph siempre sostuvo que a pesar de proceder de una excelente familia, había “algo” en el joven Conde de Cagliari que no le agradaba. Solo esperaba no haber amanecido en una cama que le trajese demasiados problemas.

Sin embargo, su perspectiva al respecto cambio mucho y para mal, cuando repentinamente percibió un perfume que le resultaba vagamente familiar, y cuando lo identifico gimió internamente, porque era el último lugar donde le habría gustado amanecer, incluida cualquier situación que involucrase a un marido celoso.

Pasaron unos minutos o muchos, no estaba seguro de ello, pero cuando intentó moverse de nuevo, sintió un peso sobre su cuerpo, la cabeza y el cuello le dolían horrores y pensó absurdamente que solo le faltaba haber sufrido una conmoción cerebral. Trató de abrir los ojos nuevamente y en esta ocasión lo logró, pero al minuto siguiente los cerró con fuerza y su teoría de que había sufrido un severo un traumatismo en la cabeza tomó fuerza.

Estaba bastante seguro que la mujer que acababa de ver era Emiliana, pero… no, definitivamente algo estaba muy mal, y como no encontró una explicación, volvió a mirar. Ahora ella estaba de pie al lado de la ventana y lo miraba risueña.

- ¿Asustado Dylan? -- preguntó ella acercándose a la cama

- ¿Emiliana? -- preguntó él a su vez, y seguía mirándola con una expresión que estaba a mitad de camino entre la confusión y la alarma

- Por supuesto querido -- dijo ella -- ¿Con quién más podías estar sino conmigo?

- No te me acerques -- dijo incorporándose en forma violenta, algo que fue muy mala idea

- Creo que es tarde para eso amor -- dijo ella ahogando la risa -- Por si no lo has notado, estás en “mi” cama, en “mi” casa, y definitivamente en “mi” vida

La cabeza de Dylan era un lío, y en medio de ella parecía flotar un gran signo de interrogación. Cuando se incorporó sintió de nuevo el dolor y se sujetó la cabeza y el cuello como si estuviesen a punto de desprendérsele del cuerpo, y en un vano intento de frenar la desquiciada danza de los objetos a su alrededor, pero solo tenía la idea fija de salir de allí lo antes posible. Sin embargo, eso lucía bastante difícil en sus actuales circunstancias. Apenas si podía enfocar la vista, ya no digamos intentar ponerse de pie, a lo que debía agregar que estaba completamente desnudo y sin duda iba a costarle un gran esfuerzo vestirse, suponiendo que lograse mantenerse en pie.

No obstante y siendo obstinado, apartó las sábanas y se sujetó a uno de los postes de la cama, esperó unos segundos y cuando volvió a mirar, las cosas parecían haberse aquietado y habían dejado de bailar enloquecidas. Miró a su alrededor tratando de localizar sus prendas de vestir, y una vez que lo hizo caminó en lo que si no era una marcha del todo estable, sin duda era muy decidida.

- ¿Realmente piensas marcharte? -- preguntó Emiliana mientras él se vestía

- Por supuesto, no tengo idea de cómo o por qué llegué hasta aquí, así como no la tengo de lo que me diste para que me quedase, pero…

- En realidad fuiste tú quien me dio más de lo que planeaba, aparte de una noche maravillosa -- dijo ella con sonrisa perversa

Dylan se sentía enfermo, y no solo era una expresión para describir su estado emocional y mental, sino que realmente lo estaba. Su estómago estaba revuelto, la cabeza lo estaba matando, y sentía una ansiedad cuyo origen desconocía. Fuera lo que fuese lo que aquella maldita mujer le había dado, estaba seguro que iba a matarlo. Y por un momento recordó que los Franceschi si había que creer a la historia, descendían de los Borgia por parte de su abuela, la Condesa de Capri que había contraído nupcias con un hijo ilegítimo de César Borgia, familia ésta especialmente famosa por su habilidad para sacar de su camino a sus enemigos de formas altamente sospechosas. Pero hizo a un lado estas consideraciones, si iba a morir no lo haría allí.

Una vez que pudo colocar su camisa, sus pantalones y calzado en su lugar, y prescindiendo de todo lo demás, se dirigió hacia la puerta.

- Dylan -- intentó retenerlo Emiliana

- ¡Déjame en paz! -- exclamó él y por primera vez en su vida, sintió el casi irrefrenable deseo de golpear a una mujer

Afortunadamente para aquella desdichada, él seguía siendo un caballero, y luego de sacudir su brazo para liberarse siguió en cu camino hacia la puerta, pero evidentemente Emiliana no estaba dispuesta a dejarlo marchar porque se interpuso en su camino desatando con esto la furia de Dylan. Por un momento perdió la perspectiva y la sujetó por el cuello pegándola a la pared.

- No puedes hacerlo -- dijo ella sonriendo -- aunque realmente quisieras matarme, no podrías

- No me pongas a prueba Emiliana, o podrías descubrir lo equivocada que estás -- dijo con voz serena al recordar que había extrañas criaturas que disfrutaban sintiéndose amenazadas, y decidió que no le daría esa satisfacción por muy furioso que estuviese, de modo que la soltó y se marchó

- Puedes marcharte Dylan Danworth, pero volverás -- y emitió una desagradable carcajada, que persiguió a Dylan hasta abandonar el lugar

Ciertamente Dylan en algún momento volvería, pero no como ella lo habría deseado, y ella no lo volvería a ver jamás.



Safe Creative Código: 1211052633415

Texto agregado el 22-04-2013, y leído por 91 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
13-09-2013 Pareciera que las situaciones salen al encuentro de los personajes adecuados. O será que estos las crean a su medida... felipeargenti
 
Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]