¿Crees que el puente que hay adelante nos dejará llegar al otro lado?
Ambos sabían que las hojas secas no se pisarían solas, decidieron hacerlo, juntos, el camino para llegar al puente fue largo, pero el suelo era apetecible, él quería que ella fuera feliz, no había placer más grande que verla sonreír, tenía expresiones tiernas y magníficas, finas, él nunca había visto una piel tan suave como la que ella poseía, tenía caderas formadas y caminaba despacio pero seguro.

Los días de otoño eran neutrales, el calor no se sentía ni el frio tampoco lo hacía, en el polvo iban quedando marcadas las huellas de las bicicletas al pasar, la brisa golpeaba sus rostros y mientras avanzaban se iban mirando paulatinamente, él sonriéndole le decía que la amaba, y ella sonreía también, nunca supe que pasaba entre sus mentes, pero podían comunicarse sin decir una sola palabra, ella pedaleaba más rápido y casi siempre iba delante de él, casi lo único que ella no pudo cambiar fue su pereza.
Él la miraba con sorpresa, miraba su cabello tomado y se marcaba una sonrisa en su rostro, el tiempo se hacía poco al estar a su lado, las tardes eran mezquinas con su plenitud, si fuera por él, tendría una casa para ambos, donde podría verla despertar y abrazarla al irse a dormir, donde podría llevarle el desayuno y ayudarle con sus problemas. ¡Demonios que la quería!, en sus ojos miraba lo que nadie logró ver, su alma, silenciosa como el aleteo de una mariposa, inteligible casi, un misterio que a él le apasionaba resolver, lo que salía de sus labios era un deleite único, en todas estas cosas pensaba él cuando la veía, como ahora, ya cerca del puente.
Ambos sabían que no disponían de tanto tiempo, pero no parecía mayor problema, dejaron las bicicletas en el suelo y él sin pensarlo la tomó y la beso, luego en la frente y le dijo nuevamente que la amaba, ella lo abrazó y se quedaron así un rato, algo sucedía con ellos, aunque tuvieran planes, siempre quedaban de lado, apenas se abrazaban era difícil que se soltasen, mientras se besaban los pies pisaban hojas paulatinamente y el ruido de las ramas y las hojas se mezclaba con alguno que otro vehículo que pasara, pero nada hacía que se preocuparan del espacio, eran solo dos amantes, en el vacío, confidentes, amigos, eran uno solo.

-¿Crees que el puente que hay adelante nos dejará llegar al otro lado?
- ¿Ah? ¿Obvio po’, para eso está?
- Un día tendremos que cruzarlo, aunque nos caigamos
- ¿Eres tonto?
- Tú ya sabes la respuesta amor

Se sentaron en el puente, y miraban como el agua en sus pies estaba a varios metros de distancia, el tiempo se congeló, igual el aire, el frio calaba en los huesos, se hacía tarde, él no quería irse, siempre le costó decirle adiós, ambos bajaron del puente, y él la besó en la frente, le dijo que la amaba y volvieron a pedalear, ambos en su ropa tenían pedazos de hojas pisadas, a pesar de todo cumplieron su panorama como cuando las mariposas buscan el polen y no se van hasta que lo consiguen.