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Sabrina fue alguna vez una niña simple y alegre, proveniente de una familia muy humilde del barrio de Pompeya. Su familia estaba integrada por su padre, un albañil sin demasiadas pretensiones en la vida, su madre un ama de casa y sus 3 hermanos mayores: Ariel, Sebastian y Lucia, a quien admiraba profundamente.
Su padre solia trabajar sin descanso pero no era suficiente y no era extraño que no hubiese alimento en la mesa del hogar algunas noches. Cuando Lucia cayó enferma, no hubo dinero para los remedios y falleció en menos de 3 meses. Esto fue un golpe brutal en la vida de Sabrina, en la que llego a la conclusión de lo necesario que es el dinero en el mundo.

Los años pasaron y Sabrina, ya una joven adolescente, a la edad de 19 años quedo deslumbrada al conocer a un hombre de una prestigiosa posición, através de sus ojos él parecía flotar en el aire montado sobre un caballo blanco. Su nombre era Adrián y era 20 años mayor que ella. Algunos consideraron muy precipitado el matrimonio pero para Sabrina no había algo más inevitable y lógico.
Al cabo de un par de veranos ella termino acostumbrándose a los lujos que al principio la cautivaron y acabo por convertirse en una mujer de una elegancia inigualable. De aquella niña simple y alegre solo quedaba un viejo recuerdo en la consciencia colectiva de sus amigos y familiares a los cuales ya no veía desde su matrimonio.
De la relación de Sabrina y Adrián nació una adorable pequeña llamada Celeste. Era un excitante nuevo capitulo en su vida, realmente la pequeña fue un golpe de aire fresco en la casa.
Fue devastador para ella cuando, 5 años después del nacimiento de su única hija, Adrián falleció de manera súbita. Las responsabilidades de manejar una empresa a su edad eran demasiado pesadas para él y su corazón cedió dejando una esposa viuda, una hija sin padre y una gran fortuna acumulada para ambas.
Mas allá de la fortuna que la convertía en una viuda sin preocupaciones financieras, la preocupación paternal era continua, criar a su hija sola era una tarea muy estresante para ella pero luchaba día a día para dar lo mejor de sí.

20 otoños pasaron y Sabrina ya una mujer madura con su elegancia natural y Celeste convertida en toda una mujer que además estaba recientemente comprometida a un hombre de familia de mucha reputación en el círculo social.
Una noche de tormenta, sufrió una apoplejía que la dejo con un tercio de su rostro y ambas piernas completamente inmovilizadas. Fue necesario contratar un enfermero de tiempo completo que estuviera a su disposición.
Manuel, un enfermero de mucho carisma y simpatía de unos 35 años, alto, moreno, venia muy bien recomendado por una conocida de Celeste y fue contratado al instante.
El la ayudaba en tareas cotidianas como ir al baño, bañarse. Cosa que ponía muy incomoda a Sabrina siendo una mujer orgullosa y pudorosa, se sentía vulnerable. Mucho más cuando la ayudaba con los ejercicios de kinesiología que eran necesarios para su rehabilitación, que consistían en flexionar las piernas, masajes entre otras cosas. Sentir el tacto firme, suave y relajante de las manos de un hombre era una experiencia casi olvidada por ella, una sensación que a lo largo de tiempo la hizo ir anhelando cada vez mas la realización y repetición de aquellos ejercicios. Las palabras de aliento y halagadoras por parte de Manuel eran constantes y se convirtieron en su mayor motivación a la hora de ejercitar.
Celeste siempre le ofrecía amablemente a Manuel, tomar un té o mate y ambos se iban a la cocina y se quedaban hablando. Sabrina no podía ir, su condición la dejaba inevitablemente postrada sobre la cama.

Al cabo de unos meses, había mejorado notablemente en la movilidad de su rostro y ya podía hablar correctamente. Empezó a apreciar cada vez más las charlas que tenia con su enfermero personal y creía vislumbrar algo a causa de ellas.
Comenzó a celarlo inconcientemente y las charlas que tenia con su hija. Así que una tarde les insistió en que tomen el té con ella en la habitación y fue lo que hicieron. Pero se sintió mas alienada que antes al ver las miradas furtivas entre ellos, que la hicieron estallar de celos por dentro y termino por echarlos a ambos de la habitación de una manera muy discreta.
El tiempo paso y se sentía segura y a gusto en sus brazos cuando el la acomodaba en la cama o le pasaba crema en la espalda. Una vez al pasarle cremas por las piernas no pudo evitar sonrojarse al sentir placer en las manos de Manuel y en un momento pensó en su fallecido marido con el cual nunca vivió un momento igual, nunca se sintió tan segura como en los brazos de Manuel y ahí llego a la conclusión de que nunca estuvo enamorada de Adrián.

Una tarde charlando con él, Sabrina lo noto distante y ella demostró su preocupación. El confesó estar enamorado de una mujer "única”. Sabrina se sonrío como una quinceañera al escucharlo y pregunto si la mujer sabía sobre sus sentimientos. A lo que él contesto que no, que ella jamás podría corresponderle. Ella le aconsejo firmemente declararse, que seguramente ella estaría tan enamorada de él, como él de ella. El pregunto como lo sabía, a lo que ella respondió: “Las mujeres sabemos de estas cosas” - mientras guiñaba su ojo izquierdo.
Al terminar el día, Manuel se despidió de Sabrina y se escucharon voces en el corredor.
Al día siguiente, Sabrina se pintaba los labios frente a un pequeño espejo de mano y espero todo el día por Manuel y la confesión de su amor, pero esta nunca llego. Solo se escucharon los pasos de Celeste entrando a su habitación. Sabrina la notaba rara a su hija, en conflicto con algo. Celeste revelo que tan solo la noche anterior Manuel había declarado estar enamorado de ella y que lo había rechazado, era inaudito que ella estuviera con un enfermero. Lo irónico era que ella sentía lo mismo por el pero estaba comprometida a otro hombre. Un hombre que le podía dar todas las comodidades económicas pero que no satisfacían las necesidades del corazón. Desesperada por su situación pidió consejo a su madre.
Sabrina se tomo unos minutos de silencio para tragar este mal trago del destino, aplacando los celos, el despecho y desterrando las ilusiones amorosas que podría tener, para tomar y ejercer el rol más importante de su vida; el de madre.
- Has hecho bien. Manuel es buen muchacho pero es un enfermero, nada más. Sebastian es un gran hombre de buena familia y el te dará un buen porvenir. Piénsalo bien. ¿Que clase de futuro podría darte un simple enfermero? - Mientras hablaba Sabrina comenzó a pensar en como le hubiera gustado tener alguien de experiencia que la aconsejara cuando ella decidió a casarse con Adrián hace ya tantos años, a vivir una vida de lujos pero sin pasión ni amor verdadero, dejándole tan solo un mundo de dinero y soledad.
-Olvida lo que he dicho antes, hija. No me escuches a mí, he cometido todos los errores posibles en esta vida, escucha a tu corazón y no dudes de su consejo.

Ya han pasado 3 años de esa charla. Hoy, Celeste se encuentra en el altar dispuesta a casarse con Manuel y aunque Sabrina falleció hace un par de años ya, ella esta presente sentada en la primera fila con lagrimas en sus ojos y un pañuelo de seda en sus manos.

Texto agregado el 19-04-2013, y leído por 78 visitantes. (0 votos)


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