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CRONICA DE UN DESPECHO

Después de disfrutar de un suculento “sancocho de gallina criolla”, Etilvio se disponía a colgar su hamaca en el patio de la vieja vivienda en la que habitaba con su tía Victoria y su primo Héctor, sujetando un extremo de su improvisado lecho con un cáñamo grueso atado a un árbol de guayaba agria y el otro extremo atado a uno de los horcones que sostenía el techo de palma de la construcción externa utilizada como cocina. La tarde soleada y calurosa, impedía disfrutar de la acostumbrada siesta vespertina, por lo que Etilvio, agitaba sobre su pecho un abanico elaborado con trenzas de palma amarga que había comprado cuando asistió a las fiestas de toro en Ciénaga de Oro el mes anterior. Trataba de conciliar el sueño, poco a poco lo iba logrando en complicidad con la tenue brisa que a esa hora luchaba por liberar a la tierra del fogaje producido por tan inclemente sol, además de ser arrullado por las canciones de Leonardo Fabio, Roberto Carlos y el Grupo Miramar, que desde su casa ubicada a dos calles, reproducían las hermanas Vásquez en una vieja radiola, ambientando el vecindario y sumiéndolo en un letargo que invitaba a dormir.

La soledad y el silencio de la calle fue interrumpida con la presencia de un camión que ruidosamente irrumpió con la tranquilidad que se vivía de costumbre; el traquetear de la carrocería y el rugido del motor hizo que los vecinos, uno a uno, se asomaran a las ventanas y a las puertas de sus viviendas para observar el recorrido tortuoso del automotor, que lentamente sorteaba cada uno de los baches que ofrecía la polvorienta y destrozada calle. El viejo camión se detuvo justo en la casa ubicada frente a la de Etilvio, la estridencia producida por el sistema de frenos de aire del vehículo, hizo que el joven despertara de su somnolencia y como todos, salió al umbral de la puerta de su humilde vivienda para ver de qué se trataba tal alboroto. Pudo constatar que evidentemente se trataba de una mudanza, ya que el interior de la jaula trasera del camión se encontraba repleto de enseres y cachivaches propios de un hogar.

De la parte trasera descendieron cuatro muchachos fornidos, que de inmediato comenzaron a descargar y ubicar en el corredor de la vivienda todo el mobiliario transportado; de la cabina bajaron tres mujeres, una de edad avanzada y dos jóvenes de aproximadamente 20 y 22 años Julia y María, ambas superaban 1.80 mts. de estatura, mucho más de la estatura promedio de las Sahagunenses; Julia, la menor, de contextura delgada pero tan alta como su hermana, heredó los hermosos ojos azules de su madre que contrastaban con los ojos oscuros y el voluptuoso cuerpo de María, poseedora de una negra y larga cabellera que resplandecían adornando la hermosura de su piel canela.

La familia se había mudado a Sahagún, provenientes de la ciudad de Sincelejo, llegaron obligados por el traslado del señor Julián, quién laboraba como Agente Viajero y le habían encargado las zonas de Córdoba y Sucre contiguas a Sahagún. La casa a la cual se mudaban, pertenecía a Julio Ramos, era de material y se constituía en la construcción más moderna del vecindario.
Los vecinos poco a poco se acercaban para curiosear, los varones de inmediato se ofrecían para colaborar con el descargue, los más jóvenes haciendo alarde de su fortaleza física, trataban de impresionar a las recién llegadas, entre ellos Etilvio, cuya constitución física era imponente, su estatura de 1.85 mts, lo clasificaban como uno de los posibles pretendientes de las altas vecinas, puesto que el resto de jóvenes a duras penas alcanzaban 1.75 mts.
Mientras los voluntarios cargaban y organizaban los enseres dentro de la casa, los demás vecinos, sobre todo las mujeres se limitaban a observar, poco a poco el camión fue descargado en su totalidad, el conductor verificando que todo estaba en orden, llamó a los cuatro jóvenes que lo acompañaban y luego de despedirse de sus clientes, inició el camino de regreso.

Rafaela, la mamá de las muchachas, agradecida con la colaboración de los vecinos, ordenó a Julia que se dirigiera al abasto para comprar dos panelas y varios limones con el fin de elaborar un “guarapo” para refrescar a tan amables ayudantes.

Desde ese día entre María y Etilvio se crearon vínculos afectivos que derivaron en un apasionado romance.

Etilvio se ganaba la vida como obrero de construcción, su trabajo dependía exclusivamente de los contratos que su tío Felipe firmaba con la Administración Municipal, los cuales iban desde la pavimentación de calles hasta la construcción de sedes administrativas Municipales, no había otra opción, solo los contratos políticos eran la fuente de ingreso para la mayoría de Sahagunenses, con el agravante de ser mal pagos, primero por la demora del desembolso, que se podía extender hasta dos meses después de concluida la obra y segundo, porque si se quería agilizar el pago, se debía dejar una tajada considerable para una cadena de corruptos involucrados en la realización de la obra, que iban desde el Alcalde Municipal, pasando por el Secretario de Obras Públicas, el Tesorero y todo aquel funcionario que tuviese que ver con el proceso de cancelación. Estos contratos no eran frecuentes, al año el Sr Felipe podría realizar dos o tres obras, puesto que habían muchos contratistas a la espera de obtener la oportunidad laboral atreves de la asignación de un contrato con la Alcaldía, que para tenerlos en cuenta, son medidos por el aporte de votos y actividad proselitista durante las elecciones, quienes más apoyaron al Gobierno de turno en las elecciones, eran los privilegiados para los contratos y afortunadamente el señor Felipe era uno de ellos, por lo menos en este Gobierno.

Hacía más de dos meses que no había contratos, las últimas reservas Etilvio las gastó en invitaciones para cortejar a María; todos los fines de semana iban al parque central, se sentaban en una banca en la que degustaban un helado o un refresco, se contaban cosas de sus vidas, de sus familias y hasta planeaban su futuro. Debido al desempleo de ambos, la relación se fue convirtiendo en rutinaria, por las mañanas Etilvio después de desayunar, pasaba la calle a la otra acera para ayudar a María en sus quehaceres y por las tardes después del almuerzo, la pareja se sentaba plácida en el piso de la terraza, Etilvio recostaba su cabeza sobre las piernas de María, mientras ésta extirpaba las espinillas que se apoderaban de la cara de su enamorado, ambientados por la música de fondo que colocaban las hermanas Vásquez. Etilvio se fue convirtiendo en un referente de la familia, puesto que el señor Julián, jefe del hogar, por sus ocupaciones solo llegaba una vez al mes a su casa para responder económicamente con los gastos de su hogar. El señor Julián era gustoso de la relación sostenida entre su hija y Etilvio, solo le bastó mirarlo a los ojos para saber que se trataba de un buen muchacho, caso contrario a la señora Rafaela, que siempre vio a Etilvio como un bueno para nada, desconociendo la noble personalidad del joven, quien muy a pesar de las múltiples oportunidades que se le presentaban, nunca irrespetó la condición de virgen de su amada.

Los días pasaban, el letargo del diario vivir Sahagunense se diluía en la inmensidad del tiempo, los protagonistas del romance cada día se compenetraban más, quizás por eso fue tan traumática la despedida cuando Etilvio se fue a trabajar con su tío Felipe en la construcción de un puente en la carretera troncal de occidente, ese día, se juraron amor eterno.
Sabiendo que no vería a su amada por al menos dos meses, Etilvio dudaba, pensó en quedarse, pero las obligaciones económicas con su familia y la intención de demostrarle a su suegra su condición de hombre trabajador, fueron los incentivos para emprender el viaje, después de un largo beso, entre lágrimas y sollozos, la pareja se despide, Etilvio junto a los demás obreros y en compañía de su tío Felipe, abordan un camión con destino a la nada.

El sitio era despoblado, alejado de todo. Debían construir un puente sencillo de más o menos 8 metros, sobre un barranco, armaron el campamento y comenzaron a descargar los materiales. En los primeros días de labor, Etilvio se notaba distraído, distante, no era el obrero eficiente que Felipe su tío conocía y del cual se sentía orgulloso, se detenía en medio de sus labores, su mirada recorría el paisaje tratando de ubicar el rostro de María en cada cerro aledaño, en el cielo y en la misma estructura que construía, su divagación llegaba hasta tal punto que a duras penas probaba bocado, lo que terminó preocupando a Felipe.

En la noche, cuando todos dormían, Felipe se acercó al cambuche de su sobrino, quien como todas las noches al no poder conciliar el sueño se dedicaba a escribir poemas para su amada María, en esas estaba cuando llegó su tío, quien acercando la lámpara de keroseno y ofreciéndole una taza de café le preguntó. ¿Qué haces?, a lo que Etilvio respondió. – Solo escribo, Felipe le dio una palmada en la espalda y continuó diciendo. – Te tiene tramao la muchacha. Etilvio solo se limitó a escucharlo en silencio, en la conversación Felipe para levantar el ánimo de su sobrino, narró una experiencia parecida que había vivido muchos años atrás, además después de alabar el desempeño y su buen trabajo durante todo el tiempo en que habían estado juntos, le aseguró que ya estaba listo para ser Contratista, por lo que le prometió ayudarlo con el fin de que firme sus propios contratos y pueda ahorrar para casarse con María. La propuesta iluminó el rostro de Etilvio, de allí en adelante su actitud cambió, sobresalía ante los demás, su trabajo era impecable y productivo hasta que culminaron la obra.

Era una mañana hermosa, el cielo totalmente despejado semejaba un imponente mar azul sobre sus cabezas, contrastando con el verdor de los cerros que dibujaban con su entorno una irregular línea en el horizonte, constituida como límite natural con el firmamento.

La felicidad invadió a los obreros cuando divisaron a lo lejos el Vehículo Oficial de la Alcaldía, en el cuál venía el interventor de la obra para recibir el trabajo; al llegar el funcionario y luego de saludar a todos, se dirigió en compañía de Felipe a realizar la inspección de la obra la cuál fue recibida a satisfacción, luego Felipe firmó los documentos requeridos para el trámite del pago del contrato, cuya fecha no fue establecida.

Ya con todo a bordo del camión, los obreros iniciaron la marcha de regreso a Sahagún, durante el viaje todos callaban, solo se escuchaban tímidos comentarios sobre la demora de sus salarios, especulaban si era de uno o de dos meses, además de los planes que tenían para invertir sus ganancias, muchos coincidían en invertirle a sus casas, otros opinaban en que lo tomarían para viajar a la Ciudad y buscar nuevas oportunidades laborales, Etilvio solo pensaba en María, en comprarle un elegante vestido e invitarla a bailar y proponerle matrimonio.

Al anochecer a escasos 2 kilómetros visualizaron las luces del pueblo, la alegría desbordó al interior del camión, todos saltaban y cantaban…


A lo lejos se ve
mi pueblo natal
no veo la santa hora
de estar allá
Se vienen a mi mente
bellos recuerdos
infancia alegre
que yo nunca olvidare

luces de esperma
en el fondo se divisan
titilantes igual que
estrellas en el cielo

Ya vamos llegando
me estoy acercando
no puedo evitar que los ojos se me agüen.


El jolgorio y la alegría se acentuaban cada vez más cuando el camión se detuvo en el parque principal, uno a uno fueron desembarcando los obreros recibidos por sus familiares, Etilvio, desesperado repartía su mirada alrededor del tumulto, tratando de encontrar la figura de María, solo pudo divisar a Héctor, su primo, cruzado de brazos y recostado a una palmera esperándolo en silencio, Etilvio se dirigió hacia Héctor y de inmediato le preguntó por María, el noble Héctor solo se limitó a agachar su cabeza sin responder a Etilvio, quien dejó caer su equipaje y en veloz carrera se dirigió a la casa de María temiendo lo peor.

Al llegar, Etilvio encontró a su suegra y a su cuñada en la terraza, sentadas en una mecedora realizando labores de costura, la señora Rafaela al verlo llegar tan desaforado y antes de que el muchacho le preguntase algo le dijo. – Por lo que veo ya te enteraste - , Etilvio sorprendido e intrigado recorrió con su mirada el interior de la casa, luego miró a los ojos a Rafaela preguntándole ¿Dónde está María?, la veterana señora le contestó con actitud déspota, “No está aquí, se fue para Medellín donde mi hermana”, luego terminó diciendo que se fue a estudiar por que no tenía futuro la relación que mantenían y que esa no era la vida que ella quería. Julia, que escuchaba en silencio miró a Etilvio y con un movimiento suave con su cabeza confirmó lo que su madre decía. El joven se desplomó al piso, no entendía la decisión de María, trataba de descifrar su tragedia, Héctor y su tía Victoria lo observaban desde el otro lado de la calle y viendo el llanto inconsolable que emanaba de los ojos de Etilvio decidieron buscarlo y llevarlo a su cuarto, lo recostaron en la hamaca, Victoria con frases consoladoras trataba de mitigar en vano la pena de su sobrino, Felipe llegó, avisado por Héctor que fue a buscarlo preocupado por su primo.-Levántese mijo, le dijo Felipe a Etilvio, no llore más, éstas cosas pasan, venga vamos, tomémonos unas cervezas y hablemos sobre esto, Etilvio, que no era tomador, como siempre hizo caso a su tío, se dirigieron a un sitio llamado La Rueda Roja, en donde se sentaron y de inmediato Felipe solicitó a la mesera dos cervezas. El sabio tío le hablaba a su sobrino con la experiencia vivida, pues en sus años mozos le había sucedido algo similar, con la diferencia de que la novia no se fue a estudiar, si no con un vecino que la pretendía en silencio.

Las horas pasaban, Etilvio escuchaba a su tío calladamente, no participaba de la conversación, sólo se limitaba a ingerir cervezas y a pensar la forma de viajar a Medellín en busca de su amada y así se lo hizo saber a su tío, Felipe le puso los pies sobre la tierra, le dijo que no alcanzaba lo que se había ganado para pagar los pasajes hasta Medellín, además de informarle que ese pago era demorado y aún no tenía idea de cuándo lo iban a cancelar, era difícil conseguir esa cantidad de dinero en el pueblo, tratando de convencerlo de que no valía la pena seguir detrás de una mujer que no valoró su amor, estando en esa reflexión, a Etilvio le llamó la atención la letra de la canción Vallenata que animaba el lugar en el momento, cuya estrofa principal decía.


Gracias por jugar conmigo
Por hacerme tanto Daño
Yo sabía que el resultado
Iba a ser el mismo

No volveré a enamorarme
Se fue el amor de mi pecho
Buscaré un lugar muy lejos
Donde refugiarme

Ya se alejaron
Mis esperanzas
Sin tiquete de regreso

Muchas gracias por
Brindarme nada
Ahí nos veremos de nuevo

Esa canción la institucionalizó Etilvio como himno, de ahí en adelante todo lo que trabajaba se lo gastaba en la bebida, siempre solicitando esa canción, incluso compró el casete del cantante vallenato que interpretaba el tema y andaba con él en sus bolsillos, exigiendo a los cantineros su canción preferida mientras tomaba, cada vez que sonaba, Etilvio se aferraba abrazando los bafles del aparato de sonido, inconsolable recordando a María.

Felipe, entendiendo la pena del muchacho y persistiendo con sus consejos fue recuperándolo de a poco, trataba de conseguirle trabajo, para que con éste olvidara aunque por lo menos momentáneamente a María. Tal como se lo prometió Felipe consiguió que Etilvio firmara sus propios contratos y tuviera a su cargo obras de infraestructura que le representaban excelentes ganancias, el joven consiente del esfuerzo de su tío y del sufrimiento que le causaba a su tía Victoria y a su primo Héctor, decidió abandonar la bebida, poco a poco se fue regenerando, fue mejorando su nivel de vida hasta el punto de remodelar la pequeña vivienda familiar, pero se notaba la nostalgia y el sufrimiento, sobre todo cada vez que se asomaba a la ventana y miraba a la casa de enfrente que yacía abandonada, puesto que la familia de María se había mudado nuevamente debido a las ocupaciones del señor Julián.

Victoria, al verlo nostálgico asomado a la ventana, se le acercaba y le decía la misma frase que a menudo le repetía, “paciencia mijo, paciencia”.

Cuentan que él en el pueblo está tranquilo durmiendo sus siestas vespertinas, relajado en su hamaca y que llegaban rumores desde Medellín diciendo que ella es la que lo recuerda.

Texto agregado el 17-04-2013, y leído por 184 visitantes. (0 votos)


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