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Inicio / Cuenteros Locales / brunoporterceravez / Las venganzas son mejores que las despedidas

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Amalia es joven, talentosa. Es de esas mujeres que prometen en la vida, guarda altas expectativas de sí; bueno, al menos hasta hoy. Tiene 22 años y su éxito por el momento ha sido más que fructífero. Sin embargo toda esta potencialidad se ha ido a pique hoy, la tarde donde descubre que su novio le ha sido infiel, situación que en sí misma no le afecta en profundidad, más bien aquello que agrava la circunstancia es que justamente hoy, después de haber terminado con su novio por dicha falta, descubre que padece de una enfermedad mortal. Especificarla no tiene mucho sentido pues el fin es el mismo: Amalia morirá, como todos, pero con una fecha de aproximación certera. Por una parte - piensa Amalia - es bueno saber cuándo te vas a morir, quizá puedes cumplir ciertos caprichos que antes no, o simplemente seguir haciendo lo mismo de antes, pero con la radical diferencia de que ahora, en contraposición a la incertidumbre anterior, está la seguridad de que en determinado tiempo dejarás de hacer esas cosas, y que finalmente todo acabará.
Digamos que Amalia se entera de su enfermedad a las 5, un poco después de que su novio y ella terminaran a eso de las 3. No le ha dicho a nadie, ni a los padres ni a los amigos. Pensó en llamar a su ex novio y contarle, decirle que no tiene sentido esta pelea absurda y que le perdona. Pero Amalia odia la piedad.
A las 6 de la tarde la llama X, su mejor amiga: tu ensayo de estética clásica ha sido el mejor, la profesora ha preguntando por tí para felicitarte, además parece que quiere proponerte un trabajo o algo así, le dije que estabas ocupada pero que intentaría contactarte cuanto antes ¿Por qué no pasas a verla ahora?. A todo esto, ¿cómo te fue el doctor? Bien - contesta Amalia - todo está bien, excepto que terminé con mi pololo porque es un pelotudo, después te cuento.
Amalia se dirige a la facultad de Artes en Ñuñoa donde platica con su profesora quien, entre halago y halago, le invita a ser parte de un proyecto de extensión que la Universidad de Chile planea iniciar en un par de semanas más; no es la primera vez que un profesor le hace este tipo de invitación. Amalia acepta, sin emoción ni asombro, total, es probable que muera antes de que el proyecto se lleve a cabo. En el trayecto rumbo a casa, observa la espalda de un muchacho de no más de 16 años que le recuerda a alguien que de momento no logra figurar quién. El invidivuo lleva un libro en la mano. La insoportable levedad del ser, alcanza a leer. Amalia se sorprende de que alguien lea aquello a esa edad, aunque también piensa que debe ser uno de esos chicos promesa que tanto irritan a cualquiera.
Decidida a seguirle, el muchacho la conduce inconsientemente cerca de un bar de Irarrázabal, donde se percata de que ha sido perseguido todo este tiempo.

¿Qué quieres? le pregunta a Amalia girando sorpresivamente hacia ella.
Nada, le responde, sólo quería comentar el libro que tienes en la mano, es raro que alguien lo lea.
No es gran cosa, sólo me gusta, podrías haberme dicho antes de haber caminado todo esto.
Quería que me trajeras a este bar, le dice ella, te invito una chela.

Entran al HBH donde se sientan en la única mesa disponible. Ella pide una cerveza negra, él pide un jugo: con sus aparentes 16 años aún no está acostumbrado a beber y teme hacer el ridículo frente esta mujer, quien presurosamente le parece muy atractiva. Conversan sobre arte, literatura, sobre el colegio de él y la universidad de ella. Se detienen un momento en la idea de la muerte, pero Amalia diluye rápidamente la temática cuando comienza a acariciar la mano del joven. En estos momentos el lector, el perseguido, el que no quiere beber, ya ha tomado dos schop de cerveza motivado por una cruel carcajada que Amalia le regala fortuitamente al escuchar que él no sabía tomar y que había ordenado jugo. Claramente Amalia tuvo que comprar las cervezas por él.
El muchacho reacciona ante su mano, le toma intuitivamente la otra, intenta conectarse con su mirada, mezclar, tal vez, los instrumentos visuales con los cuales se presentan: la boca de ella en su boca, los muslos de ella sobre los de él, el pelo negro de ella revolviéndose en sus manos.
Son las 10 de la noche, él está ebrio y ella gélida. Precipitada como un vómito imprevisto, Amalia le dice que ya sabe a quien le recuerda. Él no comprede.

¿Te recuerdo a alguien?.
Sí, dice ella, por eso te seguí.
¿Y a quien?

Ella lo mira con ternura ahora, le da un beso y le dice que tiene mucho potencial. Él, desorientado, vigila cómo ella marca un número de teléfono que evidentemente no reconoce y cómo luego deja el celular en la mesa, con la llamada pendiente.

¿A quién llamas?
A él, a quien te pareces.
¿Y quién es?¿Para qué lo llamas?

Ella tampoco responde. Piensa que no es culpa del muchacho que a ella le recuerde él, aquél que tanto aborrece. Tampoco es culpa de nadie que ella muera dentro de muy poco, que sus planes se vayan a la mierda, pero por lo mismo adoptará esa posición desesperada de resolver ciertos caprichos, donde el muchacho es uno de éstos.
Ya nadie habla. A pesar del gentío del bar, ellos silencian, su mesa es una cúpula de silencio. Nada los hace hablar. La incorrespondencia es expectante en el celular, un tono ocupado es lo único sonoro del contexto.

Quería que él supiera, le dice ella.
¿Que supiera qué?
Que las venganzas son mejores que las despedidas.

El muchacho la mira sin entender en lo absoluto. Piensa que está loca, pero supone que todos están un poco locos y esta locura en particular, tiene su genial encanto.
Amalia no deja de sonreír, una alegría estúpida se ha apoderado de ella. Coge el teléfono del cual ahora se distingue una voz.

¿Aló, aló? dice la voz.
Soy yo, responde Amalia, y entonces todo termina.

Texto agregado el 14-04-2013, y leído por 164 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
02-05-2013 Me intriga que tengas 16 años y toques estos temas, o que hayas comprendido "La insoportable levedad del ser". Como sea, los textos acusan una fuerte influencia de Kundera, pero son buenos y revelan una madurez extraña para un joven. Gatocteles
15-04-2013 me gusto, me quedo una intriga******* pensamiento6
14-04-2013 El cuento me gustó, el final me pareció acertado, pero lo que mas podría destacar de él, sería el misterio con el que llevas la historia: "estaba leyendo ese libro (sin especificar cual es)" o el tema de la llamada, tampoco dice nunca a quien está llamando...Me gustó el tema de la evitación de ciertos hechos como esos. Felicidades. CabezaPerdida
 
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