No tengo claro si iba del aeropuerto a la City o al revés, pero lo que sí puedo decir, es que corría a toda leche con su BMW, como una bala, flechado; igual su premura era debida a que se le escapaba el avión que le tenía que llevar a Bruselas, o quizá se le enfriaba la sopa en la City, no sé. Por aquel entonces Huhne era un eurodiputado con un gran provenir político. Su familia debía estar muy orgullosa de él, of course. Pero Huhne tuvo mala suerte o fue un necio; el jodido radar no estaba allí para decorar la autopista. Supongo que se pondría de mala hostia cuando le llegó la multa y, por añadidura, la probabilidad más que segura de que le retiraran el carné de conducir. Pero Huhne no se dejó llevar por la honestidad -qué raro en un político- y buscó a una pardilla para endosarle el muerto -la multa-. Se acercó a su mujer con aire preocupado y le debió decir algo así como: «Cariño, tengo una carrera política por delante, y este multazo puede convertirse en un hadicap un tanto incómodo para alcanzar mis metas profesionales, las cuales, amor mío, son muy elevadas, son lo más, pues sabes que puedo llegar a ministro o…quién sabe si primer… Además, sería un crimen que me retiraran el carné y que no pudiera disfrutar de mi flamante BMW…» Su santa esposa, quizá titubeando preguntándose si hacía bien, quizá segura de si misma por el amor que le profesaba o quizá por no tener que escuchar más al pelmazo de su marido, aceptó la endilgada.

Pasaron los años. Había llovido mucho desde aquel día en que se saltó los límites de velocidad de la autopista M11 que enlaza Londres con el aeropuerto de Stansted. Ya ni se debía acordar de la multa que endosó a su santa esposa, ¿para qué? Los trapos sucios se tienen que quedar en casa y si se olvidan, mucho mejor. Exactamente habían pasado siete años desde lo de la multa y Huhne era todo un ministro de Energía del Gobierno Británico, poca broma. Y cuando le iba tan bien, entonces la cagó. Metió la pata hasta el fondo, he screwed up. No sé cómo fue el asunto exactamente, pero, en resumen: lo pillaron con otra. ¿Por qué puso los cuernos a su santa esposa? Váyase a saber, igual tantos años de matrimonio -veintiséis años que se dice pronto- desgasta y el aburrimiento y la monotonía destroza. En fin, que la cagó. Se acabó lo que se daba. Punto pelota. Veintiséis años de matrimonio al garete. Su santa esposa, de forma fulminante, pasó a ser la ex de Huhne y él el ex de la señora en cuestión, por supuesto, que aquí no estamos para inventar nada nuevo. Pero a su ex-esposa no le sentó muy bien eso de aguantar la cornamenta sobre la cabeza, y es que llevar ese peso en la testa joroba un montón, ¿o no? «La cosa no se puede quedar así», debió pensar ella, o quizá se dijera en su fuero interno algo más contundente: «Ese hijo de puta me ha hundido, pero yo no me voy a quedar como si viera llover» Pocos meses después de que se destapara el romance de Huhne, ella, la ahora ex-esposa, se vengó.Ni corta ni perezosa filtró a la prensa lo de la multa de su ex-esposo y la jeta que tuvo éste endilgándole el marrón. Cuando la noticia saltó a la prensa y la gente se enteró de que el ministro de Energía del Gobierno Británico había endosado una infracción por exceso de velocidad a la que fue su santa esposa, Huhne tuvo que dimitir por huevos, pues el primer ministro, David Cameron no quería salir salpicado por una gilipollez como esa. «¡Qué se joda!», exclamaría extasiada la ex-esposa con la dimisión de Huhne. Pero, ¡Ay! ¡Qué poco le duraría las mieles de la venganza a esa mujer! Sin que ella se lo viera venir, un tribunal británico sentenció a ocho meses de prisión no sólo a Huhne por su delito, sino a ella también. Y es que el juez de la Corte de Magistrados de Southwak -Londres-, lo tuvo clarísimo: “Los dos son culpables de un cargo de obstrucción a la justicia”.