Jugamos con las palabras a desenredar el corazón,
Y colgar un pez a un árbol como un anzuelo
Fracturando el agua con un recuerdo en los labios o el aleteo de un pájaro.
Jugamos a estar aquí, cuando en realidad no estamos.

En la bruma cálida, nos envuelve el manto sin palabras,
Los colores de un paisaje prístino, a penas solo comprendido por el alma.
Se escucha la tierra y sus voces lejanas,
Sus tortugas acuáticas
La electricidad del viento en mi cerebro
El cerebro y su distancia.

Conjugamos desde adentro el mismo acento
Asentimos en las tardes sin espejo
Cuando el sol abre un camino entre las nubes
Y mi cabeza se cansa de escarbar el silencio con sus muertos.


En este instante observo
Las sombras y las ondas frente a mi cuerpo,
Son una pantalla para el reflejo del Cielo.
Y unas campanas cantan al unísono
Mientras los pájaros y mi tacto sienten el contacto con el viento.

¡Desátate, desátate, hemisferio en conflicto!
¡No estás vigilado por la bruma!
¡No hay ningún carcelero entre tus sienes, que amplifiquen o encadenen tus entierros!
Vuelve a la inocencia que se escapa en tus puntos de vista
Agita mis palabras en el agua, para que vuelvan los destellos
Confunde a la tortuga que se esconde, para que vuelva a ver el río.
Viajando desde el corazón a la razón y al corazón otra vez.
Para volver a ser más allá del miedo,
Abrir el pecho a la ventana del Todo que lo habita.
Donde la luz del silencio se amplifica.

No hay nada más libre que la entrega incondicional y verdadera,
Y sin perderse en el otro, que la razón del corazón derrita la niebla.
Pero mientras tanto… ¿jugamos?