Mi tía Hortensia me acostó y me dispuse a escuchar sus suaves y tranquilizantes cuentos para dormir. Aunque algunos dicen que sus cuentos eran muy sádicos y brutales. Ustedes decidan.
Ya me había explicado que había doce constelaciones que rodeaban la tierra.
- Los 12 signos del zodíaco se dividieron en tres bandos irreconciliables y lucharon cruelmente entre sí, como para matarse y dominar el firmamento. Mas, como son tan inmensos, sólo lograron sacarse pedazos hasta quedar extenuados y cesar su lucha.
Parte de esos pedazos que se sacaron, formaron la tierra y los demás planetas que giran en torno al sol. Por eso, en la tierra hay algo de cada constelación. Hay personas cachudas, como carneros o Aries y cabras como Capricornio; otros que se creen fortachones como toros o taurus y embisten destrozando a los demás; gente tan parecidas entre sí que parecen almas Gemelas; Gente con chasca inmensa, como los Leones; jóvenes o Virgos hermosas…
- ¿Cómo tú, tía?
- Tú lo has dicho, simpático sobrino.
Hay también quienes no son extremistas y son muy equilibradas, como correctas balanzas o Libras; otros son venenosos como Escorpiones; o de lengua puntuda como flecha de arquero o Sagitario; y gente que habla puras cabezas de pescado, como Piscis; y gente con muy buenos sentimientos que, ante los problemas de los demás, su corazón se derrama como el agua para ayudarlos, igual que Acuario.
- Tía, pero este cuento no tiene acción.
- ¿Sí? ¡Espérate!, porque supe que esta noche volverán a luchar entre ellos con tanta fiereza como lo hicieron hace muchos siglos atrás. Y recuerda que nosotros estamos entre medio de ellos.
- ¿Hay peligro para nosotros, tía?
- Bueno, si te cae un meteorito en un ojo, podrás quedar tuerto, pero como tú duermes con los ojos cerrados, no hay problemas. Además, yo cuido tu sueño.
Ahora, si el meteorito es muy grande, te aplastará. Pero no te preocupes, porque no te alcanzarás a dar cuenta.
Así es que, felices y dulces sueños, mi sobrino regalón.
- Gracias, tía, con tan dulce cuento descansaré en paz.
- Amén, dijo ella. Me arropó y apagó la luz
¡Con cuentos tan infantiles cómo no va a soñar uno con los angelitos!
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