Y siempre es lo mismo. Él siempre demandando un cariño que no puede ser correspondido, o tal vez sí. Ella dubitativa ante una gama de propuestas inconclusas, de amores que naufragan en un sinfín de promesas. Por qué no se decide de una vez e intenta ser feliz, quizá todo podría ser mucho más sencillo. El problema es que los dibujos son muchos pero los trazos firmes son muy pocos. Ella trata de distinguirlos pero sólo ve bocetos invisibles de un proyecto paupérrimo sin miras de ser realizable. ¿Es que en verdad hay gráficos perfectos de vidas perfectas que terminan siendo lo que aparentaban ser?. Seguramente lo sólido comenzó pantanoso, seguramente los castillos se cimentaron sobre el polvo. Y ahí sigue él esperanzado ante la proximidad del encuentro y ella aterrorizada por aquella situación incómoda en la que se enfrentará a la decisión y a una parte densamente recalcada en su catálogo de amor. Posiblemente todo quede estático al correr del tiempo, y de nada habrán servido sus pensamientos. Intenso sería despojarse de prejuicios y compromisos absurdos, librar la sensación al momento y vivir el mañana sin pensar en lo acontecido. Unos besos, unos abrazos, unas caricias... en definitiva no son la firma de ningún contrato. ¡Ay pero la piel! ¡Ay pero los labios! Son documentos fieles, la huella de lo que fortuitamente marcó en pasión instantes de aquella vida que se desligó de las condenas...