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Atrévete a cruzar el estrecho que separa el norte del sur, a cruzar el Atlántico, a pisar el polvo de los desiertos, a pasear por las planicies asiáticas, por la Tierra del Fuego...
Párate un buen rato en cualquier camino, cede la palabra a quien encuentres...Deja que tus botas conserven el polvo de esos caminos. Atrévete....

En un hammam, cerca de Lixus:

Allí estaban ellas,cómo siempre, protegidas de las miradas masculinas, en una antesala del hammam que hacía a la vez de recepción llena de pequeños apartados, a modo de taquillas en los que se coloca la ropa y el calzado.
La viajera no podía comprender aquello: Desnudarse delante de todas las miradas, sin la mínima protección de su intimidad femenina.
Así ha sido siempre. Es un tiempo de camaradería, de encuentro en el que se comparte palabras y amistad.
La mujer que hace de encargada ¿O dueña? la toma de la mano, ya desnuda, y la hace pasar a la primera de las tres dependencias, enormes todas ellas; un vapor cálido envuelve el ambiente de las salas repletas de mujeres de todas las edades, incluso una madre con sus hijos aun pequeños que, sin la menor duda, se desnudan y comienzan el ritual.
Comienza el suyo, desde los cubos con agua templada, con la ayuda de un cazo bastante usado, arroja agua sobre su cuerpo una y otra vez, de ahí pasa a más agua pero, esta vez, caliente, más caliente, muy caliente. Así una y otra vez.
El cuerpo de la viajera queda cómo una legumbre en remojo y en ese punto la encargada, con aspecto de mujer de Rubens y piernas cual columnas de catedral gótica, le alarga un guante hecho de un tejido especial para masacrar cada célula de su piel, frota con energía todo su cuerpo hasta conseguir un holocausto celular.
Una mujer sentada frente a ella charla con la de al lado, a la misma vez se rasura pubis y axilas sin mirar lo que está haciendo. ¡Lo hace de memoria!

Limpia de cuerpo tiene la sensación de levedad, su alma se expande de ingravidez; es hora de abandonar el agua, seca su cuerpo y pide ayuda, con la mirada, a la que está sentada a su lado que se ofrece para extender crema, a la vez que le obsequia con un enérgico masaje por toda la espalda, zona de muy dificil acceso para ella. En esos momentos nuestra viajera levita sobre la neblina del hammam. Las mujeres y ella intercambian miradas y sonrisas cómplices. Han compartido tanta intimidad que ahora son amigas aun sin conocer sus nombres ni sus vidas. No va a olvidar sus caras ni su amabilidad.

Ha pasado momentos de intimidad y asombro con las mujeres del Islám.


Lixus, septiembre de 2012.

Texto agregado el 12-04-2013, y leído por 280 visitantes. (11 votos)


Lectores Opinan
14-06-2013 Cada uno tiene su estilo; el tuyo, es amigable. Digas lo que digas, nos cuentes la historia que nos cuentes aquí se lee con tranquilidad y se siente como si viera con tus ojos.***** Solo_Agua
15-04-2013 Es difícil, para un occidental comprender la cultura islámica... y viceversa. Me gusta la forma que tienes de narrar, resulta muy amistosa e invita a continuar descubriendo tu relato. Un abrazo. gsap
14-04-2013 Narración de una costumbre ancestral que nos llega hoy en día, igual o con variantes, depende el lugar. Muy bueno. elpinero
14-04-2013 interesante ceremonia que con algunas variantes "modernas" aun se lleva a la práctica, aunque el ritual tradicional tenía mucho mayor valor espiritual que el actual... seroma
13-04-2013 Muy bien relatado, como si lo hubieses vivido, ¿tal vez un salto en el tiempo? loretopaz
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