Cuentan que en aquellos años del Medioevo, en un castillo de Inglaterra vivía un terrible señor feudal.
La leyenda nunca hizo conocer con certeza su identidad, mas si su existencia de inclemente salvajismo.
Dicen en aquellas tierras que este temible señor cometió su primer crimen a la temprana edad de siete años. Los hechos tomarían lugar en una noche de abril. Catherine sería la primera víctima del señor feudal, ella era la criada dispuesta a la crianza del pequeño señor. Esa noche no se supo con exactitud porque el pequeño sádico le arrancaría la lengua a su amorosa nodriza. La historia cuenta que otros siervos presenciaron la escena del señorcito completamente embetunado de sangre mientras la pobre miserable siguió arrodillada, boquiabierta e inundada en sollozos estrepitosos.
Sobre las motivaciones de este primer crimen, algunas criadas del castillo susurraban que fue debido a la chillona voz de la moza, esta irritaba de sobremanera al impío infante.
La desdichada jamás pudo pronunciar palabra que confirmase las historias que murmuraban con recelo las miedosas paredes del castillo.
Desde aquel lejano día el señor no cesaría en sus sádicos actos, a la edad de 14 años ya se consideraba así mismo como un maestro del voraz arte de la crueldad. Famosa entre los aterrorizados siervos fue su brutal destreza con el látigo, su horroroso fetiche por arrancar piezas dentales con perturbadora y dolorosa calma o su fascinación por el hedor emanado de la carne quemada.
También con espanto comprobarían las doncellas del feudo que la pubertad había despertado en el señor el placer por la sodomía.
Un día de septiembre al anochecer el dolor y el terror dejarían por fin de azotar al vasallaje de este feudo Ingles.
Para aquella fecha del desenlace el señor feudal poseía la edad de veintidós años y paradójicamente yacería en descanso en la misma habitación donde su vida de bestialidad había comenzado.
Aquella tarde después de una abundante comida y una posterior agotadora sesión de tortura (EL SUJETO SOSTENIA QUE ESTO ERA EXELENTE PARA LA DIGESTION) el señor se acostaría a dormir una siesta en su lecho. Jamás sospecho los maravillosos y extraños acontecimientos que lo llevarían a viajar en el Caronte.
Mientras el señor soñaba con futuras torturas e innovadoras técnicas para su arte, una extraña reunión se daría lugar entre su lengua y tráquea. Las letras celebraban asamblea extraordinaria. La “A” primer miembro de la distinguida “sociedad del abecedario” acusaba al señor de amoral y abusivo. El problema para las letras se encontraba en que cada vez que este sátrapa cometía uno de sus horrorosos y lascivos actos, el señor procedía a confesarse, pero no con el fin de conseguir el perdón, sino mas bien aprovechando la discreción del sacerdote para ufanarse de su repugnante actuar.
En el encendido discurso pronunciado por “A” esta acuso la situación como vejatoria, con rabia inflamada y la garganta seca dijo:- NO PODEMOS SEGUIR SOPORTANDO LA HUMILLACION CONSTANTE A LA QUE ESTE DEMONIO NOS SOMETE, AL OBLIGARNOS A TRABAJAR EN ARTICULAR TAN MISERABLES RELATOS.
Luego de aclarar su punto el primo miembro del abecedario cedió la palabra a sus compañeros.
Entonces alzo su voz la “F”:- ¡FACINEROSO! Grito con cólera, la SATRAPA exclamo con evidente mueca de asco la “S”, ABUSADOR repitió recelosa la “A”, DEMONIO pronuncio la “D” mientras hacia un ademan de piedad.
Finalmente la reunión se resolvería en voz de la “J” quien con ahínco grito:- ¡JUSTICIA! , luego de esto la asamblea en pleno volvió su atención hacia la “E” quien con calma y un gesto de aprobación diría:- ¡EJECUCIÓN!
Tomada la resolución las letras procedieron a marchar hacia el final de la garganta, donde se agolparon impidiendo el paso del aire a los pulmones del señor feudal. Al cabo de unos segundos el señor murió asfixiado.
Después del deceso el cadáver continúo sin ser descubierto aproximadamente dos horas, hasta que una de las criadas se percato de todo lo acontecido.
La asombrosa noticia corrió presurosa y alegre por todo el feudo, en menos de una hora los siervos celebraban la muerte del sádico frente al castillo donde alguna vez fueron abusados.
Tal fue la esperanza que ilumino los corazones del vasallaje, que animados por una alegría colérica y un valor exaltado, los siervos tomaron la oportunidad y se unieron en rebelión. Saquearon y quemaron el castillo símbolo de la opresión y el yugo.
Aquella noche los siervos bebieron y festejaron al son del fuego que bañaba los inmensos muros. Mientras, en medio de toda esta alborozada escena una animada y un tanto borracha “R” vociferaba:- ¡REBELIÓN!,¡ REBELIÓN!,¡ REBELIÓN!
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