Ese no era el momento

Me sentía hastiada y enojada conmigo misma por haber aceptado la invitación a esa reunión, Erika quería que conociera gente y se esmeraba por inventar panoramas en los que me obligaba a participar. Sé que su única intención era sacarme de mi tristeza y de la profunda soledad en la que me sumergí después que él murió. Pero no sé si yo quería cambiar las cosas de cómo estaban.

Me escapé cuando vi que estaban todos bastante embriagados con las corridas de tequila, incluso tú mi querida hermana, mientras yo apenas probé la primera copa, no te niego que emborracharme habría sido una buena alternativa para borrar un poco los recuerdos, pero no conocía a tus amigos y lo más probable que terminara rompiendo en llanto.

Así es que sólo me fui, la noche estaba fría, comenzaba a lloviznar suavemente, apuré el paso tratando de alcanzar el último tren pero no lo logré, pensé en tomar un taxi pero no vi ninguno, así que decidí caminar hasta mi departamento, no estaba tan distante y en media hora estaría allí, como panorama, era mucho mejor que los ruidosos amigos de Erika.

Hacía rato que mis mejores amigos eran el silencio y el dolor, subí el cuello de mi abrigo, metí las manos en mis bolsillos y comencé el camino a casa.

Una frenada grotesca de un camión de carga inmenso me hizo parar en seco, mientras mi corazón se desbordaba alocado por el miedo, la enorme bestia de fierro siguió refalando por el piso mojado a pesar del gran esfuerzo que hacía el conductor por detenerla, lo que sin duda no logró a tiempo, porque la razón de su abrupta parada no había podido esquivarlo y se golpeaba ahora ahí en frente de mis ojos, contra el enorme parachoques.

El ciclista voló por los aires mientras su bicicleta destrozaba el parabrisas frente al conductor, que soltó el manubrio para cubrirse la cara de los vidrios que saltaban en todas direcciones, perdiendo totalmente el control del enorme vehículo el cual sin quien le gobernara, eligió terminar su trágica carrera en la vidriera de la tienda frente a la cual yo estaba parada.

Salté en forma espontánea para escapar del ángel de la muerte, al que vi en ese momento de terror y locura, sentado en la nariz del vehículo… sonriendo, con sus manos hacia mí, intentando alcanzarme, quise evitarlo pero no pude, mis manos quedaron firmemente sujetas a las suyas y luego, sin entender yo por qué, lentamente me soltó dejándome caer sobre el asfalto. Me besó con sus labios fríos en la frente, me tocó la boca con un gélido dedo para imponer silencio a las preguntas de mi mente y se despidió diciéndome, “morirás te lo aseguro, pero este no es tu momento” y en un vuelo espectral y siniestro se acercó al ciclista que lo miraba boquiabierto, de pie, a un lado de su maltrecho cuerpo, le sonrió casi con dulzura y tomándolo de la mano lo guió hacia un haz de luz que iluminaba toda la calle y que los cubrió a ambos haciéndolos desaparecer lentamente.

Me despertó el ulular de la sirena que me trasladaba y los sollozos de Erika que sentada a mi lado daba gracias a Dios por que yo milagrosamente no estaba muerta.


(Abril 18, 2013, Con cariño para Manuel en su cumpleaños)