Fue en la época en la cual las cartografías cambiaron, antiguos órdenes desaparecían y nuevos ocupaban sus lugares.
El hombre miraba el pequeño hueco que estaba sobre el hogar. La habitación era grande, sus detalles ornamentales, colores y amplios e iluminados ventanales le daban mayor esplendor. Estaba solo, seguramente era la primera vez, siempre rodeado, ni de niño había disfrutado esa sensación.
Una puerta se abre, la soledad lo abandona y la rutina de la compañía lo atrae a cierta normalidad. Súbitamente el tiempo se detiene, los ingresantes son solo estatuas, figura inertes, congeladas. La sensación de soledad lo invade otra vez, no sabe por cuánto tiempo, solo sabe que le costaría dejarla escapar. Las estatuas cobran movimiento, nuevos amos y antiguos colaboradores avanzan. Nuevamente la irrealidad lo posee, no hay fluido, fue solo un instante.
Las tallas se agigantan cada vez más, más cerca, y se detienen. Algunos de los gigantes saludan con una reverencia, los otros solo muestran respeto, lo que iba a suceder era solo una formalidad, un reconocimiento del final. El toma asiento, es el único, el tiempo se detiene una vez más, las tallas se convierten en colosos cuyos rostros habían desaparecido, otra vez fue solo un momento, la fluidez volvió a reinar.
La soledad vuelve a rodearlo a pesar de los gigantes, algo de alivio siente, le presentan los papeles y sin leerlos los firma, con este acto un periodo había sido sepultado, solo un espacio temporal, lineal como partes de la historia que a veces se vuelve a repetir. Un rictus mortal invade a algunos de los presentes, el lo percibe, no importaba era una momentánea nostalgia, ellos ya tenían a quien servir.
Tal como las cartografías, los tiempos cambian, las antiguas dinastías solo vivirán en el recuerdo de los tristes. Las estatuas, ya no congeladas se retiran. Se arregla el uniforme, se pone el casco y sale de la inmensidad que lo contiene. Amplias escaleras lo envuelven con sus brazos, le muestran por donde bajar. Su familia lo espera, algunos lloran, el sonríe, tal vez buscando dar calma a la situación, generales y sirvientes lo acompañan hacia los autos que esperaban en la plaza de armas. Subieron a los autos y partieron.
El Káiser Guillermo iba al exilio.
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