[La historia que a continuación leerán, está basada en hechos reales]
Era verde y se arrastraba con parsimonia. El pasto la acariciaba con sumisión. El líquido, que desde su interior brotaba, saciaba la tierra seca que ardía bajo el petulante sol del verano.
A su alrededor era todo gritos y habladurías llena de amargor.
Mujeres y hombres se comenzaban a desquiciar por ella. La serpiente era una criminal deseada. Una asesina que había sacado lo peor de cada uno. Todos la ambicionaban, con su largura de cincuenta metros y el néctar que aprisionaba con vanidad en su interior.
Poderosos la habían ido a dejar un día, para sembrar discordia y maldad. Mujeres con manos firmes sujetas a las caderas y hombres cuadrados alrededor de un único guardián que debía rendirles cuenta por su proceder. Era un juicio social. Él estaba en medio de la horda de jueces, mientras ella, la serpiente, seguía descansando sobre el esponjoso pasto.
- … Nosotros sabemos todo eso, por eso no queríamos hacernos cargo de ella. La mujer que vino el otro día la dejó por que no había nadie más y...
- Pero ustedes no más la usan. Y es de todos. - interrumpió una mujer de rostro áspero y labios mezquinos.
- Pero la tenemos día por medio, igual que usted.
- ¡Nunca la pasan! - gritó una mujer delgada a morir que se ocultaba entre la multitud.
- Pero pueden venir a pedirla si la necesitan. No es de nosotros, es de todos. Y, ahora que lo recuerdo, usted se la quedó antes de ayer ¿se le olvidó?
- Lo que pasa - dijo un hombre moreno de camisa cuadrillé - es que acá todos nos tienen envidia.
- Mi familia no le tiene envidia, caballero. Puede venir cuando quiera a pedirla. Si gusta, se la lleva y se hace cargo usted hoy día.
- No, no - susurró la esposa del hombre de camisa cuadrillé - es mucho lío, hay que enrollarla, sacarle todo el líquido y guardarla después. Pesa mucho más encima...
- Si – apoyó, por lo bajo, una mujer gorda y canosa - es pesada. Pesa mucho. Es puro lío.
- Entonces ¿en qué quedamos? ¿Nos seguimos haciendo cargo nosotros?
- Pero no es de ustedes - repitió la mujer de rostro áspero y labios mezquinos -. Cualquiera se puede hacer cargo de ella.
- ¿Y qué dije yo? Oigan, no tiene ni mi nombre, ni mi apellido. Es para que todos la usen, pero nadie quiere tenerla. Cualquiera se puede hacer cargo. Me sacarían un cacho de encima...
- Es que no es suya - interrumpió con fiereza la mujer de rostro áspero y labios mezquinos -. La manguera, es para que toda la comunidad la use.
- Si sé señora ¿Y qué he estado diciendo yo todo este rato? – recalcó estupefacto, el pobre guardián.
¡Recuerda!
Ya está on-line el primer capítulo ("Volver a empezar") de mi novela.
Puedes encontrar los primeros párrafos en:
http://www.loscuentos.net/cuentos/link/519/519662/
Si te agrada, puedes continuar la lectura en el sitio que he creado para difundir mi libro.
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Saludos y gracias por tu tiempo.
D.R. Ricaldi.
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