Me presentare ante ti bajo la luz de la luna, solo vestida con mi tatuajes, y no podrás confundir mi cuerpo con otros cuerpos, porque ellos me hacen única, podrán cambiar las modas, podrás disfrazarme e inclusive tratar de censurarme y allí estarán, como un faro recordándome la esencia, porque tienen un significado, cuentan una historia, evocan antiguos amuletos, me definen y diferencian y al final del viaje, cuando ya no quede nada, me iré con ellos, solo con ellos, porque son eternos…
Quise un tatuaje hace mucho tiempo, lo quise inclusive antes de decidir que quería estudiar o que profesión quería tener. Simplemente lo enuncie como una realidad a pesar de que no tenía la edad para hacérmelo ni tampoco la idea de que dibujo sería, solo tenía la certeza de que lo iba a hacer. Tiempo después un día cualquier, esto es que no hubo ningún suceso importante, decidí que sería un símbolo egipcio, civilización que me ha fascinado desde siempre, y así fue pasando el tiempo y la vida se fue escribiendo, y sus huellas en mi cuerpo, hoy tengo 7 en mi haber, cada uno con su magia, con su belleza.
Lo fascinante es que son míos, porque he sabido elegir los lugares para que sean míos, y yo decido en qué momento son visibles y ante quien. Y también lo es las reacciones que provocan, porque hay cierto preconcepto o “tabú”, sobre quienes se tatúan, que aspecto deberían tener, etc. Y creo que soy la antítesis a todo eso, eso me encanta.
Volviendo, creo que los tatuajes al ser eterno deben ser algo más que algo del momento, más que un capricho o un acto de rebeldía, porque justamente nos acompañaran todo el camino que nos resta en la vida, y aún cuando esta se acabe, seguirán con nosotros, es lo único que nos llevamos…
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