Es desesperante descubrirse dependiente de algo. Los años pasan indefectiblemente y uno ya no es ese joven que prescindía casi de todo. Nada de sales digestivas y analgésicos después de resacas o precalentamiento y elongación para evitar lesiones antes de un partidito de futbol o cremas desinflamantes después. Es el signo inconfundible del paso del tiempo. Mentalmente uno se siente el mismo de sus años juveniles pero nuestro cuerpo se empecina en demostrarnos lo contrario. Lo que empezó como una curiosidad para ver si funcionaba, terminó siendo casi una adicción desesperante. Debo confesarlo… no me puedo encamar sin la maldita pastilla azul. Lo descubrí una noche húmeda de calor al darme cuenta que se me habían terminado. Salí desesperado en búsqueda de la misma pero fue en vano. Un comerciante trato de convencerme tratando de venderme algo alternativo. No pude soportarlo y estalle en un grito: ¡¡¡No señor!!! ¡¡¡Nada de espirales, necesito mi pastilla azul ahuyenta mosquitos!!! Ya no soy ese joven que aguantaba estoicamente las picaduras de dichos insectos sin despertarme.