En las tierras lejanas que aún no veo,
un símil de verdad acuna el miedo
en el que olvido y recuerdo aún convergen,
desnudos, atrapados en el tiempo...
Una daga incendiada de nostalgia
apuñaló la pena que no vive
descalza entre sueños en ruinas
derrumbados asiendo tu presencia...
Pero no estás... No estás y lo sé...
La lluvia desfigura tu recuerdo
llameante del fuego de otro tiempo,
penumbra de agonías silenciosas
tan sólo alimentadas por el miedo...
Y en la tumba vacía en que ahora yaces,
plagada de silencios siempre vivos,
una voz grita aún tu nombre,
robando las palabras a mi aliento...
Pero no estás... No estás y lo sé...
Una lágrima al rodar me lo advirtió,
mantuvo la mirada en tu mirada,
y brillando de pena se hizo libre,
buscando esa verdad que se hizo sombra
de un sentir existiendo en las tinieblas...
Y sé que no estás pero aún me duele
la magia que abracé en tu agonía,
sofocando incendios, mar desolado,
incendiando olas de preciada espuma...
Indiferencia cierta del crepúsculo
que huye de ese sueño que no acaba
al saberte existiendo entre suspiros
que buscan el reposo en la belleza...
Y allí no estás... No estás y lo sé...
Aunque el saberlo haga trizas mi alma,
aunque en esta noche eterna,
de dedos entrelazados coexistiendo,
la soledad impregne aún más mi vida,
que vive en esa eterna despedida
en la que jamás oyó tu adiós...
Y aún así..., sé que no estás... |