Es un adiós que sabía que tendría que decir tarde o temprano,
pero siempre duele y siempre dolerá.
A pesar de que nunca me vistes, nunca supiste de mi existencia,
fueron muchas las horas de risa que me diste.
Cuando más cansado estaba, cuando más apestado de todo,
allí estabas tú, con tu eterna mala leche,
siempre dispuesta a alegrarme mis días con tus cotilleos de pasillo,
con tus insultos fortuitos, por que sí, porque te aburrías.
Que grande y que acertada siempre,
la causante de que en mi vocabulario se hayan colado frases
que nunca creí escucharme diciendo.
¡Movida, movida! o ¡que mona va esta chica siempre!,
que en ocasiones me he sorprendido repetirlas como si me las
hubiera contado mi abuela en un cuento de cuna.
A la que no le gustaban los niños,
a la que sin su cigarrito no era ella misma,
a la del ojo pegado a la mirilla
y a la que sin pensarlo dos veces, con su irreverente decir,
te decía sus más profundos pensamientos.
¡Ay la ostia! que se no has llevado a otra más.
Nunca conocí a la persona, pero si a los personajes,
y si ellos son una milésima parte de lo que era la persona,
debiste ser una persona cojonuda.
Solo una vez me causastes algo que no fuera risa y alegría,
solo una lágrima, ayer cuando me enteré de tu partida.
A jugar parchis y beber chinchon con Doña Concha
y desde allí, desde la celestial mirilla,
vigílanos y no nos dejes que perdamos el sentido del humor
que siempre tu tuviste y nos contagiaste.
Descanse en paz Marisa Benito, descanse en paz Izaskun Sagastume,
descanse en paz Mariví Bilbao... gracias. |