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Cap. 27 Inesperado…


Al día siguiente de la visita de los Saint-Claire a la propiedad de Dylan, Kendall se presentó en el Chateau, y después de una breve charla con la tía de Sophie, ambos salieron al jardín. Kendall se sentía como un escolar, a pesar de que ya era un hombre viudo. Pero había una diferencia enorme entre su fallecida esposa, con la que se había casado por obligación, y Sophie. A Sophie la amaba sin ninguna duda, el solo pensar en ella ya lo emocionaba y apenas la veía su corazón comenzaba a latir desbocado, y en aquel preciso instante sus manos temblaron al rodear su cintura. Era la primera vez que estaban a solas y aunque estaba desesperado por tenerla en sus brazos y poder besarla, ahora sentía casi temor de hacerlo.

Con suprema delicadeza acarició su rostro como si fuese una fina figura de porcelana, y muy despacio fue acortando la distancia hasta rozar sus labios. Había soñado tanto con aquello que tenía miedo de haberlo idealizado, pero la realidad del asunto era que superaba todas sus expectativas. Sus labios eran dulces como la miel y tan suaves y cálidos que su contacto despertó toda suerte de sensaciones en él. Kendall había besado a una incontable cantidad de mujeres, pero con toda certeza ninguna despertó nada ni remotamente parecido a lo que estaba sintiendo en aquel momento.

Era claro para él que nadie la había besado nunca, y se controló tanto como le fue posible para no asustarla, pero a pesar de que había sido tan suave como fue capaz, sus instintos naturales comenzaron a reclamar espacio, y tuvo que echar mano de todo su autocontrol para no perder el juicio.

Sophie por su parte sintió un vacío en el estómago, a continuación tuvo la sensación de que todo giraba a su alrededor, y que su corazón en breve dejaría de latir por efectos del agotamiento por la loca carrera que había emprendido. Por un momento tuvo miedo de perder el sentido y se aferró a lo único que había a mano… Kendall.

Finalmente Kendall se separó muy a su pesar, pero si no lo hacía sin duda traspasaría la línea y no podría volver. Sin embargo, no la soltó y si por él fuese no lo haría nunca.

- Te amo Sophie -- susurró y ella le sonrió, lo que no contribuyó mucho a que se mantuviese firme

- Yo también te amo Kendall -- dijo ella feliz

- Creo que es mejor que volvamos a la casa mi amor, no puedo garantizar que siga siendo un caballero si seguimos aquí -- Sophie enrojeció y Kendall se maldijo por su falta de delicadeza


Pero en el transcurso de los días siguientes, se maldijo muchísimo más por haber aceptado esperar hasta la primavera para contraer matrimonio, porque aquellos meses sin duda serían un infierno.




Una semana después de la desafortunada visita a Dylan, Sophie se encontraba en su habitación cuando entró su prima.

- ¿Ya estás lista? -- preguntó aún antes de saludar

- ¿Lista?

- ¡Por todos los cielos Sophie! -- exclamó Madeleine -- Tenemos cita con Madame Bonet -- y Sophie abrió mucho los ojos -- No puedo creer que lo olvidaras


Pero en realidad así había sido. Aquella cita había generado una discusión entre las primas unos días antes. Madame Bonet, era la costurera más cotizada de París, y conseguir que aceptara hacerse cargo de un ajuar era más difícil que obtener una audiencia con el Rey. Sin embargo, el apellido Saint-Claire abría muchas puertas esa incluida, pero aún así no podían darse el lujo de faltar. El motivo de la discusión había sido porque Sophie no veía razón para apresurarse tanto con aquello, después de todo su boda no se efectuaría hasta la próxima primavera y estaban apenas en otoño, pero Madeleine le explicó que no solo se trataba de su traje de novia sino de todo su ajuar, que eso llevaba tiempo, y más tratándose de aquella mujer. De modo que Sophie había terminado por acceder, pero igualmente lo había olvidado y ahora Madeleine la urgía a darse prisa.


- ¡Sophie! -- exclamó Madeleine mientras estaban frente al espejo y la ayudaba a ajustarse el sombrero

- ¿Qué? -- preguntó la chica alarmada al escuchar el tono de su prima

- ¿Dónde está tu cadena?


Sophie enrojeció violentamente al recordar cómo la había arrancado de su cuello con rabia y se la había lanzado a Dylan. Aun con mucha vergüenza, le refirió el asunto a su prima.


- Sophie tienes que recuperarla

- Madeleine…

- No, no me importa cómo, pero debes hacerlo -- la interrumpió ella

- Pues no veo cómo

- Pídesela

- ¿Estás loca?

- ¿Has olvidado lo que “es”?

- No, pero no puedo ir y pedírsela así nada más.

- Sophie, creo que no estás entendiendo

- ¿No puedes simplemente hacer otra? Tengo muchas joyas y…

- Sophie no estamos hablando de un bonito adorno, y ciertamente no tienes idea de lo que me costó hacer eso.

- Lo siento Madeleine, pero...

- Habla con Lord Danworth, discúlpate, dile que fue… no sé un arranque de infantil malcriadez, dile lo que quieras pero debes recuperarla

- Tal vez ni siquiera me escuche Madeleine, y después de todo no tendría por qué regresármela, me la dio cuando “éramos” amigos y es claro que ya no lo somos, y cuando lo hizo me dijo que eso era una vieja reliquia familiar, de modo que pertenece a su familia desde hace muchos años, así que sigue siendo suyo -- dijo con abatimiento

Como debían marcharse suspendieron la discusión, pero Madeleine no dejó de recordarle todos los días que debía recuperar la cadena.

- Madeleine ya te he dicho que no puedo -- dijo casi un mes después -- ¿Qué se supone que le diga? -- y luego bajó la voz y susurró -- ¿Que somos brujas y la cadena tiene un hechizo que me ayudara a sobrevivir? Lo menos que conseguiré es que piense que estoy loca


Sin embargo, prometió a su prima pensar en una forma para recuperarla, pero aquella noche durante la cena que ofreció Phillipe para unos pocos amigos, Kendall estaba hablando con las chicas.

- ¿Como sigue Lord Danworth? -- preguntó Madeleine y Kendall compuso cara de preocupación lo que hizo que Sophie se tensara

- Estaba mejorando mucho, pero tuvo que emprender un apresurado viaje -- y miró a Sophie -- Recibió la noticia de que su padre está muy enfermo, de modo que es poco probable que regrese pronto


Sophie sintió verdadero pesar, aunque en realidad no conocía mucho al padre de Dylan suponía que él debía estar muy abatido, y cuando levantó la mirada su prima tenía cara de horror. Pero no fue hasta mucho más tarde que pudieron hablar

- Esto está mal Sophie, muy mal

- Claro que lo está, Lord Danworth está muy enfermo y…

- No me refiero a eso, es decir, lo lamento por ese hombre pero ya escuchaste a Kendall, Lord Danworth tardará en regresar y…

- Vamos Madeleine, deja eso de una vez


En vista de que nada se podía hacer por el momento, en efecto Madeleine dejó de mencionar el asunto, pero no por eso dejó de estar muy preocupada.



Dylan había llegado a Italia esperando encontrarse a su padre en un terrible estado, porque la carta del señor Agostino no era nada alentadora. Ciertamente Joseph estaba en cama y bastante demacrado en opinión de Dylan, había perdido peso y tenía una tos seca. Sin embargo, Joseph había bromeado con él después de haberlo reñido por lo de su brazo. Al parecer los hombres de Joseph Danworth a pesar de estar al incondicional servicio de su hijo también, seguían rindiéndole cuentas al padre, y habían informado con detalle a Joseph de lo ocurrido en la propiedad de Armagnac.

- Si me lo preguntas, debiste dejarlo allí -- dijo Joseph con disgusto

- ¡Habría muerto padre!

- Precisamente

- No soy un asesino

- No habría muerto por tu mano -- insistió Joseph

- Dejarlo morir allí, habría equivalido a matarlo

- Algo que finalmente terminará por ocurrir con toda probabilidad

- ¿Supones que no cumplirá su palabra?

- Por suponer puedo suponer mucho Dylan, pero ciñámonos a los hechos. Armagnac se supone que es un caballero, y los caballeros no faltan a la palabra empeñada, pero tú y yo sabemos que no lo es y ya lo demostró. Por tanto cabe la posibilidad de que intente algo en contra de la señorita Saint-Claire, en contra de tu amigo o en contra de Phillipe Saint-Claire, como dije, eso es una posibilidad. Ahora lo que sí es seguro, es que intentará cualquier cosa en tu contra en cuanto tenga la oportunidad. Y lo hará por dos razones diferentes, primero porque lo humillaste al quitársela de las manos, y la segunda y más grave aún, en lugar de matarlo le salvaste la vida, y eso es algo que su orgullo no te va a perdonar. Con ese gesto de humanidad, solo creaste a tu peor enemigo hijo, y tarde o temprano finalmente tendrás que matarlo o el te matará a ti.


Dylan podía no estar de acuerdo con su padre en muchas cosas, pero nunca había dejado de escucharlo, y gracias a ello no solo había logrado conservar la vida, sino que había aprendido mucho acerca de la conducta del ser humano. De modo que se prometió tener cuidado con aquel individuo. Pero también consideró oportuno advertir tanto a Kendall como a Phillipe Saint-Claire.


Lo último era del todo innecesario ya que Phillipe sustentaba la misma opinión de Joseph, y había tomado las precauciones del caso. No permitía que Sophie fuese sola a ningún lugar, aunque había considerado innecesario decírselo a ella, y su escolta la seguía a todas partes sin que ella lo notase, aunque sí había puesto a Kendall al corriente. De modo que cuando le llegó la carta de Dylan, él le escribió de vuelta interesándose por la salud de Lord Danworth y tranquilizándolo en cuanto a lo otro.


Dylan ya llevaba tres meses en Italia, y su preocupación por su padre había aumentado de forma considerable, porque Joseph lejos de mejorar, parecía más consumido cada día, y sufría de fiebres altas con excesiva frecuencia. El mismo día de su llegada después de hablar con su padre, se había ido derecho a hablar con el médico. Éste le había informado que Lord Danworth había pasado un muy mal invierno a causa de una afección pulmonar, pero que al dejar la fría Inglaterra, el cambio de clima parecía estar obrando en beneficio de su salud. Sin embargo, al cabo de tres meses Dylan estaba en total desacuerdo con el médico y decidió consultar a otro.

La realidad del asunto era que Joseph Danworth estaba muriendo, solo que no había querido decírselo a su hijo. El médico inglés le había diagnosticado Tuberculosis y le había recomendado abandonar la isla si quería tener una oportunidad de recuperarse. Pero a pesar de haberlo hecho, al parecer la enfermedad se encontraba en estado avanzado y ya nada podía hacerse. De modo que cuando Dylan habló de traer a otro médico, Joseph supo que había llegado el momento de hablar con su hijo, aparte de que el que lo había estado atendiendo ya se lo había recomendado dado el precario estado de su organismo.

Antes de que Dylan saliese le informaron que su padre quería hablar con él, de modo que en cuanto terminó de desayunar se fue derecho a la habitación de su padre. Su decisión de ir ese mismo día a buscar a otro médico, obedecía a que la noche anterior Joseph la había pasado muy mal, con fiebre altísima y con una tos incesante. De manera que cuando Dylan entró, sintió dolor en el corazón al ver su estado general de agotamiento.

- Puedo volver más tarde padre, deberías descansar un poco

- No, pronto voy a descansar todo lo necesario -- le dijo y Dylan sintió como si lo hubiesen golpeado en pleno estómago.

- Padre…

- Sí Dylan, no hay marcha atrás. De modo que debes prepararte para asumir tus responsabilidades. Tendrás que volver a Inglaterra para tomar posesión de los títulos y…

- ¡Al demonio con todo eso! -- exclamó él -- ¿Por qué no me habías dicho nada? ¡Soy tu único hijo, maldita sea!

- Es necesario que conserves la calma Dylan, no es tan grave, todos debemos morir en algún momento


Pero Dylan estaba muy lejos de estar calmado, sentía como si algo muy afilado estuviese abriendo su pecho y no podía detenerlo. Él prácticamente no había tenido una madre más que de forma nominal, y aunque en sus primeros años de vida su relación con su padre había sido más bien distante, a su modo siempre estuvo pendiente de él, y cuando creció se hicieron mucho más cercanos y habían desarrollado una verdadera relación padre-hijo. De modo que aquello le dolía en grado extremo, y ciertamente no estaba preparado para pederlo.

En los días subsiguientes Dylan casi enfermó también, no comía ni dormía suficiente, todos estaban muy preocupados, al punto que el médico insistió en hacerle un chequeo temiendo que se hubiese contagiado. Pero lo que tenía Dylan era simplemente una tristeza enorme. No obstante, no dejaba de pasar el mayor tiempo posible con su padre. Su amigo Luciano había desistido de intentar distraerlo, y aunque le había dicho que lo llamase si lo necesitaba y a diario enviaba a un sirviente a preguntar por la salud del Duque, no había vuelto a la Villa para no incomodarlo.

- Dylan debes volver a Inglaterra en cuanto yo…

- Padre por favor

- Escúchame y deja de interrumpirme cada vez que intento ponerte al corriente de lo que debes hacer -- y el chico guardó silencio para no alterarlo -- Debes volver, y una vez que tomes posesión de los títulos y de tu herencia, no te pido que te quedes al lado de tu madre, pero ocúpate de asegurar su bienestar.


Aunque Dylan sintió una ira visceral en contra de aquella mujer, porque en su opinión si tuviese aunque fuese algo de consciencia debería estar allí al lado de su marido, se limitó a asentir.

Aquella terrible situación duró aun tres meses más, hasta que finalmente una fría mañana de febrero Joseph Danworth dejó de respirar. En aquel momento Dylan sintió que su corazón se hacía pedazos, y todo el dolor que había estado sintiendo en los últimos ocho meses se desbordó de forma incontenible por sus ojos. Dylan no recordaba cuándo había sido la última vez que había llorado en su vida, pero ciertamente ese día lloró por todo el tiempo y las veces que no lo había hecho. Por un breve lapso de tiempo se sintió de nuevo un niño pequeño, en esas terribles noches de tormenta en las que no tenía los brazos de una madre que lo acunaran y le dijeran que todo estaría bien, así como no los tenía ahora.

Pero finalmente la naturaleza se impuso, Dylan asumió la muerte de su padre y se preparó para darle sepultura. Aunque no estaban en su Inglaterra natal, el funeral estuvo igualmente concurrido, la gran ausente fue Lady Danworth pero ciertamente él no la echó de menos, ya que no podía extrañarse lo que nunca se había tenido. Una vez que la última palada de tierra cayó sobre la tumba de su padre, Dylan se despidió de Luciano y partió para Inglaterra.

Como aun no finalizaba el invierno, Helen estaba en Living Hall, pero Dylan había ido directamente a Londres a resolver todos los asuntos legales tal y como le había ordenado su padre, y en cuanto todo estuvo resuelto allí partió a su casa.

- ¡Dylan! -- exclamó Helen al verlo -- ¡Qué maravillosa sorpresa! ¿Te quedarás en Inglaterra para la temporada social?

Dylan pensó que realmente aquella mujer lo enfermaba. Llevaban años sin verse y ella lo único que se le ocurría preguntar era una banalidad como aquella.

- No madre, solo he venido a participarte que tu esposo falleció hace una semana, y a informarte que puedes quedarte aquí o irte a la casa de Londres, como prefieras. El señor Scott se encargará de tus cuentas y de que no te falte lo necesario. Si necesitas cualquier cosa puedes acudir a él, y siempre que tu petición se razonable, podrás contar con mi aprobación. Ahora con tu permiso voy darme un baño y a descansar un rato


Helen había escuchado a su hijo pero tardó un momento en asimilar todo lo que le había dicho, de entre lo más destacable era que Joseph había muerto. No le sorprendió no sentir ni la más mínima sombra de pena, pero ahora debía pensar en el futuro. Aun era joven y hermosa, y estaba el asunto también del matrimonio de Dylan, ahora que Joseph no estaba quizá se mostrase inclinado a escucharla.

Pero sin duda solo una mujer como Helen podía plantearse semejante cosa y eso le quedó muy claro al día siguiente, ya que esa noche Dylan no se dejó ver.

- Buenos días -- lo saludó en la mañana

Dylan se preguntó qué mal había hecho para merecer su compañía a aquellas horas por demás desusadas para ella, pero estaba a punto de averiguarlo.

- Dylan supongo que estás consciente de que ya es tiempo de que contraigas matrimonio, así que…

Pero Helen se detuvo muy de prisa, porque por un momento creyó estar viendo a Joseph. Cosa muy lógica ya que su hijo era la viva imagen de su padre.

- Madre, creí que mi padre te había dejado claro que ese era un tema que no era, no es y nunca será de tu incumbencia -- dijo en tono frío

- Dylan soy tu madre

- Algo que has olvidado convenientemente todos estos años, y sugiero que sigas así - y se levantó

- ¿Dónde vas?

- Eso tampoco te incumbe -- y marchó hacia la puerta

- Dylan, no puedes… -- pero él se detuvo y giró la cabeza -- aunque no te guste sigues siendo mi hijo y…

- Ciertamente no me gusta pero eso no tiene remedio. Sin embargo, y aunque no tenía ningún deseo de verte, estoy aquí a petición de mi padre, el hombre que no te molestaste en ir a ver ni una sola vez a pesar de que sabías que estaba muriendo, y cuyo deseo era que me ocupase de que no te faltase nada. Pero espero que esta sea la última vez que nos veamos.

- ¡Dylan, no puedes…

- No intentes decirme lo que puedo o no puedo hacer, estás hablando con el nuevo Duque de Livingstone, y si no quieres que olvide mi promesa te sugiero no hacer nada estúpido. Y por cierto, si decides contraer nuevas nupcias ya que eres tan afecta al matrimonio -- dijo en tono sarcástico -- asegúrate de que tu nueva “adquisición” pueda ofrecerte la misma clase de vida a la que estás acostumbrada, porque si lo haces perderás todos los privilegios que aun estoy dispuesto a concederte.

- Dylan…

- Adiós madre


Dylan abandonó el comedor y la casa, y esa fue como dijo, la última vez que vio a su madre.




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Texto agregado el 03-04-2013, y leído por 137 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
04-04-2013 Un deleite leerte Gemma. felipeargenti
 
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