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Ahora; no puedo empezar a imaginar el recorrido de la electricidad de su cerebro hasta sus terminaciones nerviosas en donde por una milésima de segundo quizás, si acaso, totalmente efímera y en consecuencia de una importante necesidad de salvaguardar mi orgullo (¿hasta cuándo?); hubo una instancia de dubitación en cuanto a que facción articular para mirarme en ese momento. Y si me detengo tan solo unos minutos e imagino la cantidad infinita de posibilidades podría ahogarme entre carcajadas observando la desfiguración total del rostro. Simpático. Sin embargo la mente formula una teoría lo suficientemente creíble para enviar descargas eléctricas por todo su cuerpo hasta llegar a la acción, POR LO TANTO, deseada. No es difícil, entonces, resolvernos a partir de esta elaboración que la conclusión final reside en esa teoría del infierno, que por algún motivo (que quizás pudiese imaginar...) se creó en ese cerebro una representación desfavorecida de mi persona (¿y de mi esencia?) Me pregunto quizás, porque acostumbrada a los niveles de existencia no puedo despegarme aún de la psicología barata y el positivismo inerte que me acongoja el alma. ¡Ay Renatus Cartesius! Si tú trascendencia no hubiese sido tan grande quizás, hoy, me hubiese conformado con un beso en el cachete. |
Texto agregado el 03-04-2013, y leído por 391
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Lectores Opinan |
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03-04-2013 |
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desde lo más intrinseco de mi lobulo ocipital derecho, brotando a borbotones de mi duramadre una orden inconsciente me impide aventurarme a dejar un comentario en tan erudito texto. elisatab |
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