Aureliano Fernández como todas las tardes después de haber dado un largo paseo, regresaba a su domicilio, a sus 65 años, viudo y sin hijos el retorno cada vez se le hacía más cuesta arriba, abrió la puerta y como todas las tardes le recibió su único compañero “el silencio”, observó en el suelo a punto de esconderse bajo la pequeña alfombra del recibidor un sobre, mientras caminaba hacia su dormitorio lo abrió y leyó su contenido, su cara no mostraba ninguna emoción, (sin duda debía ser algo sin importancia).

Aureliano se levantó como todas las mañanas, no, como todas no, está en particular lo hizo lleno de fortaleza y vigor resuelto a cambiar de vida, dejar el tabaco y el alcohol lo primero, y lo demás le vendría dado…antes de dirigirse a la cocina observo sobre la cama la carta, se la llevó consigo y la dejó sobre la pequeña mesa, normalmente su desayuno consistía en un simple café solo y amargo, pero hoy no, se tomaría su tiempo en prepararse EL DESAYUNO, como Dios manda, zumo, café con leche, tostadas, mermeladas variadas y mantequilla.

Portando una bandeja cargada con tan deliciosas viandas, se sentó y comenzó a disfrutarlo sin prisa, paladeando cada sabor disfrutando de su placentero estallido que inundaban su boca de miles de sensaciones ya olvidades a fuerza de negarselas, a punto de dar el último sorbo de café, lo cual le produjo una "pequeña tristeza" !!estaba delicioso!!, sonó el timbre de la puerta, contestó a gritos sin levantarse
¡!QUIEN ES?!! desde el otro lado no se hizo esperar la respuesta !!SOY YO…EL ENTERRADOR!! , Aureliano contrariado dejó escapar un exabrupto -!JODER QUE PRISAS!!- y a su vez respondió –YA VA- se encamino a la puerta, sacó el revólver del bolsillo y se descerrajo dos tiros.

Sobre la mesa de la cocina, la misteriosa carta pedía a gritos ser leída, no me pude resistir…queréis saber lo que decía? pues os vais a quedar con las ganas, NO SOY UNA COTILLA..