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Catman

La casa junto al pantano

Capítulo 10

El sólo hecho de realizar las inmundas y aberrantes tareas que llevaba a cabo casi todos los días desde hacía más de dos meses, incluyendo un par de “forzados” asesinatos, era algo que el Señor de los cielos jamás le perdonaría, y era seguro de que llegado el momento, lo arrojaría directamente al infierno sin tener la oportunidad de pasar previamente por el purgatorio. Por su parte, el demonio se sentiría más que satisfecho al poder tenerlo dentro de su ejército de desalmados.
Ahora, habiendo profanado la tumba de una inocente criatura, se sentía como el más perverso ser que pudiese existir sobre la faz del Planeta.

Comenzó el camino de regreso con el pequeño ataúd cargado sobre el carromato. El cuervo que él imaginaba era el mismo que lo “vigilaba” todas las madrugadas en sus visitas al cementerio, dejó oír una vez más su graznido de maléficos augurios.
Ese domingo, en la iglesia después del sermón, debía encontrarse con Annette Winston y dudaba en cuanto a concurrir a la cita, ella no se merecía tener relaciones con un ser de tan bajos instintos, las convicciones religiosas de la joven, jamás lograrían perdonar sus nefastas actividades.

Introdujo el carromato dentro del espacio donde habitaba el tío Edward.
El hombre destapó el ataúd de un solo golpe y tomando por una pierna el cadáver del niño, lo acercó a su inmundo rostro observándolo con curiosidad, parecía no entender el motivo del tamaño de lo que sería su cena.
Visiblemente furioso por lo escaso de la comida, desgarró uno de los brazos del infante y lo acercó a su babosa y repugnante boca.
John puso el candado a la puerta de hierro y abandonó el sótano con paso acelerado. No quería ser testigo de semejante calamidad, y comprendió que él era un ser tan monstruoso como su propio tío.
No cumplir con los designios de Dios, es cobijarse bajo el manto del diablo.

Aproximadamente cinco minutos antes de las once de la mañana, Annette Winston apareció por la enorme puerta de la iglesia.
John, que aguardaba impaciente a que esto sucediera, se sintió embargado por una emoción de ternura al contemplarla.
La joven lucía un vestido de color azul oscuro ceñido a la cintura, con un amplio escote que disimulaba usando sobre sus hombros una mantilla de color blanco.
En su mano derecha llevaba el bolso que había comprado días atrás en la talabartería, y sus rizados cabellos rubios parecían desprender destellos luminosos al entrar en contacto con los rayos del sol.
Avanzó hacia donde se hallaba el joven esbozando una amplia sonrisa y cuando estuvo frente a él, lo besó suavemente en una de sus mejillas diciendo luego:
-Hola, John.
La sorpresa del hombre le impidió reaccionar ante tal demostración de afecto, dejando ver un gesto de perplejidad.
Ella lo miró a los ojos y continúo:
-Creo que es el momento de dejarnos de formalismos. ¿No crees?
-Si tú lo dices...- Balbuceó.
-¿Caminamos?- Preguntó mientras lo tomaba de un brazo.
-Como gustes,- respondió y agregó luego: -¿Te agradaría ir al salón de la panadería del señor Strauss a beber una taza de té y comer algo de las cosas deliciosas que elabora?
-Me encantaría, John.- Aceptó sin dejar de sonreír.
Avanzaron rumbo al lugar mencionado y una vez en su interior tomaron una de las mesas del amplio salón donde Strauss acogía a los clientes que deseasen pasar un rato ameno.
Clementine, la empleada del dueño de la panadería, mujer de unos sesenta años que hacía algún tiempo trabajaba en el lugar atendiendo a los clientes y también elaborando las exquisiteces que se ofrecían, dejó sobre la mesa que ocupaba la pareja, una bandeja con dos tazas, una tetera y un recipiente con leche caliente, para luego regresar con un par de porciones de pastel de frambuesas.

Después de disfrutar del exquisito desayuno, la pareja abandonó el lugar encaminándose hacia la campiña.
Las prendas de John diferían bastante con las que usaba para sus incursiones al cementerio.
Vestía un pantalón de color gris que sujetaba con un cinturón de cuero negro, camisa celeste con diminutos trazos verticales del mismo color pero más oscuro, y un lazo que se ajustaba a su cuello por encima de la camisa. Sobre los hombros llevaba una especie de chaqueta de pana de color marrón oscuro.
Caminaron cerca de media milla y luego decidieron tomar asiento sobre el tronco de un árbol caído al costado del camino, el cual se suponía había sido abatido por alguna descarga eléctrica.
El hombre se apresuró a quitarse la chaqueta y de inmediato la tendió sobre el leño, en el lugar donde tomaría asiento Annette.
-Eres muy gentil,- volvió a sonreír y cada vez que lo hacía, a John se le antojaba que estaba ante la presencia de un ángel.
-No podía permitir que se ensuciara el bello vestido que llevas.
-Me harás sonrojar,- dijo haciendo un leve mohín con sus labios y agregó: -Realmente estoy pasando una tarde muy agradable en tu compañía, John.
-Y yo en la tuya.- Se apresuró en contestar. –Es una hermosa tarde y más aún si estoy a tu lado.- Y diciendo esto no pudo frenar el impulso de acariciar una de sus mejillas.
Ella no se apartó y por el contrario tomó la mano del hombre y de inmediato acercó su rostro al de él.
John se sintió embriagar con el delicado perfume de la joven y se atrevió a colocar sus labios sobre los de ella.
Momentos después, se hallaban besándose de una manera tan dulce y cálida como la brisa de la tarde.

Eran cerca de las cuatro cuando regresaron al pueblo.
Una calle antes de llegar a la taberna, ella notó un cierto gesto de pesadumbre en el rostro del muchacho.
-¿Ocurre algo John?
-Me preguntaba,- contestó con cierto nerviosismo. -¿Qué opinará tu padre con respecto a nuestra relación?
-¿Tú qué crees?
-No estoy seguro...- Balbuceó. –No estoy seguro de qué él lo acepte, yo no tengo mucho que ofrecerte, Annette.
Ella tomó una de sus manos.
-Mira, John, mi padre es una persona de mente abierta, mientras que las personas que lo rodean sean honestas y sinceras, no tiene problemas en aceptarlas,- explicó calmadamente. –Además, yo ya estoy en una edad en que puedo discernir por mi cuenta qué es lo que me conviene o no.
-Entonces...
-Entonces,- lo interrumpió. –No te hagas problemas por eso ahora, verás que cuando hable con él, las cosas no serán como tú piensas.
Se despidieron con un beso.
-¿Te veré mañana?
-Por supuesto, John,-Contestó mientras se marchaba. -¿Tú terminas de trabajar a la cinco, no es así?
-Sí, es correcto.
-Pues ahí estaré a esa hora.

Lamentablemente, el joven Sanderson tuvo que volver a la realidad. Toda la paz interior que había sentido al estar junto a la joven, se vio truncada cuando los pensamientos regresaron a ocupar su mente con la maldita tragedia que se hallaba viviendo.
De regreso en su vivienda, trataba de buscar una solución al problema de “alimentar” al tío Edward.
El sol comenzaba a ocultarse lentamente para dar paso a la oscuridad de la noche, mientras preparaba algo para la cena.
Fue entonces que a través de la ventana, pudo ver la silueta de un hombre que merodeaba cerca de la entrada al sótano, lo vio agacharse y recoger algo del piso que observó detenidamente durante algunos segundos, para hacerlo desaparecer luego en el bolsillo derecho de su chaqueta.
Reconoció enseguida de quien se trataba y comenzó a preguntarse: por qué razón Donald Jackson se hallaría husmeando frente a su vivienda.
Abrió la puerta de entrada y salió al encuentro del hombre.
-¿Está usted de paseo, señor Jackson? –Preguntó sin siquiera saludar cuando estuvo frente a él.
-Más correcto sería decir que necesitaba tener una charla con usted, señor Sanderson.- Contestó adustamente.
-Debe ser algo de importancia para que se llegue hasta acá, cuando ya casi se acerca la noche.
-Iré directamente al grano, Sanderson.- Ahora había endurecido el rostro. –Usted sabe que yo trabajo en el periódico junto a la señora Greenhouse.
“Hace un par de noches atrás, ella no regresó a la casa y estuve aguardando todo el día siguiente a que llegase en cualquier momento, sé que ella es de salir en busca de noticias y en algunas oportunidades se demora bastante, pero hoy al comprobar que aún no tenía novedades, pensé en que debía informar a la policía.
-Cosa que no hizo.- Intervino John.
-¿Cómo lo sabe?
-Porqué si usted desconfía algo de mí, la policía ya estaría por acá haciéndome montones de preguntas.
-Sucedió que cuando estaba a punto de ir a la comisaría, decidí echar un nuevo vistazo al taller de impresiones y resultó que encontré ésta nota.
Introdujo una mano en el bolsillo del pantalón y extrayendo un pequeño trozo de papel, se lo alcanzó a John.
Sin perder la calma, el joven tomó la hoja y pudo leer:
“Donald, algo no está bien en casa de John Sanderson. Iré hacia allá a ver que puedo averiguar.
-Lamento decirle,- dijo regresándole el papel. –Que no he visto por acá a la señora Greenhouse.
-¿Entonces como justifica usted, esto?- Preguntó mostrando a John, un botón de mediano tamaño que sacó del bolsillo de su chaqueta. –Acabo de encontrarlo acá frente a su sótano, y sé que corresponde al vestido de la señora, y aparentemente tiene unas pequeñas manchas de sangre.
-Le repito, señor Jackson, no he visto a la mujer, y si tiene usted alguna sospecha al respecto, podemos ir hasta el destacamento de policía y ahí podrá hacer las acusaciones que le parezcan pertinentes.- Terminó de decir mientras se maldecía por su descuido al no haber notado que algo caía del bulto en el que transportaba las ropas de la señora Greenhouse.
-Creo que eso sería lo más correcto.- Dijo Jackson asintiendo con la cabeza repetidamente.
Comenzaron a caminar rumbo al pueblo.
Habían recorrido aproximadamente un cuarto de milla cuando la oportunidad que John esperaba se presentó ante él a un costado del camino.
Se detuvo y se agachó simulando atarse uno de los lazos de sus zapatos.
Jackson, que se había adelantado, giró su cabeza para observarlo y sin darle importancia continuó en su andar.
John recogió del piso una piedra de considerable tamaño y la ocultó detrás de su espalda.
Al llegar junto al desprevenido Donald Jackson, aplicó sobre la cabeza del hombre un fuerte golpe con la piedra que había levantado, haciendo que éste, tras un ronco gemido, se desplomara inconsciente sobre el camino.
-Ahora estás a punto de saber que ocurrió con “tu querida” señora Greenhouse, “amigo mío”.- Murmuró socarronamente.

Continúa...

Tanto el nombre de los personajes como la historia aquí narrada son ficticios. Cualquier semejanza con la realidad, con personas vivas o muertas, es pura coincidencia.



Texto agregado el 02-04-2013, y leído por 292 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
18-08-2013 Eso le pasa por indiscreto...por hoy resolvimos la cena de tío. filiberto
04-04-2013 Te sigo. 5* eti
02-04-2013 Coincido con las opiniones anteriores sobre el romanticismo, pero, igual, sigue siendo horrible en lo relacionado con la trama. Imagino que el jefe de la Sra. Greenhouse será un elemento importantisimo para el desenlace final de la obra. ¿Será él quien le de el parao a este loco? No se pierda los capítulos siguientes. Muy bueno, amigo Gato. Un abrazo. SOFIAMA
02-04-2013 Estuvo bueno el romanticismo entre tanta carroña. Atrapante y a esperar el proximo capitulo. fabiandemaza
02-04-2013 El episodio de Jhon con Annette fue muy romántico pero Jhon sigue viviendo en el infierno. Un relato hermoso pese, a todo. ***** girouette-
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