Sudor y lágrimas

Tiempo antes de recibir mi jubilación laboral, ya había concebido la idea de que ocuparía este tiempo regalado en algo que no me significase la continuación de nuevos esfuerzos físicos. Mi título de técnico mecánico colgado en la pared, aún me recuerda toda una vida obrando en distintos oficios rudos y desgastantes. Hasta dejar los tendones deshechos en hilachas como en este último de herrería artística. Por eso dije, basta de sudor y lágrimas en cada golpe de martillo que uno debía dar para mantener una familia en creces. Basta. Ya no quiero, ni necesito seguir con nada parecido. Y si nunca hice un deporte por recreación, y ahora podría pensar en uno poco exigente, tampoco, mis brazos ya no están ni para un golf de salón. De nuevo digo basta. Con esto se justifica ampliamente esta decisión de dedicarme a escribir a esta edad por el simple placer que me produce. Porque desde la secundaria me habían gustado las palabras. Aunque sueltas, me resultaban atractivas, y las estuve guardando hasta el día hoy. Son las mismas, más las que se fueron sumando en tantos años...Y hace seis que soy feliz ordenándolas con estas manos desnudas en algún cuento, narrativa o reflexión , sin haber estudiado literatura ni haber leído autores varios. Por esto, qué más puedo pedirle a la vida. Y a este improvisado “ trabajo liviano” de jubilado abstraído en él, que me siga acompañando hasta donde pueda con su etéreo influir. Aunque cada vez que me siento a escribir por espontánea inspiración, sin esfuerzo físico alguno, comience a transpirar como antes…