Entre la espada y la pared.



¿Cómo descifrar lo indescifrable, en una sumatoria que sólo posiciona en las encuestas? ; ¿Armar y desarmar el esqueleto argumental en que se basa esta política? ; ¿O dejar de injuriar el espectro de lo humano designado al pueblo...? ¿Cómo emocionarse ante una dualidad hecha a imagen y semejanza de un mismo semblante? ; ¿Rescatar o no, el arte de lo posible e inimaginable? ; ¿Batallar este lento proceder que jura libertad de espíritu?.

Nuevamente debemos decidir ante las urnas en una encrucijada que juzgará el proceder de estos tiempos; rescatar la verdad oculta bajo el anonimato de sobres y banderas de un mismo núcleo originario. Y la disyuntiva crece ante un pasado lastimoso acechando con sus huestes y esta incertidumbre que comienza a vislumbrarse; la diestra y la siniestra de una misma faz manejada por iguales intereses deleznables. Si me abstengo, la mayoría acrecentará el frente de sus fuerzas; si no, igual uno de ellos ganará; entonces la posibilidad de ser y renovarse evapora sus limitaciones en vanos artilugios de gestos y frases carentes de contenido. Anhelo como pueblo tomar las mismas decisiones que aquel 20 de diciembre, sin represión y con mucha paz, cambiando el batir de cacerolas por un silencio multitudinario que muestre al mundo la conciencia colectiva de este pueblo, y así, volver a elegir los designios de nuestra patria con sólo presencia y raciocinio. El pueblo ya sabe de qué se trata, y no admitiremos más la perpetuidad en esta clase de mortales:” Hay ladrones a los que no se les castiga, pero que nos roban lo más preciado: el tiempo”, N. Bonaparte. Insisto, yo no quiero ninguno de estos candidatos para mi país, ni para mi vida; ¿A quién votar entonces en una democracia?.

Ana Cecilia.