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Éramos cinco adolescentes y fundamos un club de terror, aunque yo era la única chica. Lo que hacíamos era mirar películas de terror en la casa del único integrante que tenía video, y luego hablábamos de ellas como si fuéramos críticos. A mí, más que asustar, el terror me divertía, pues era muy escéptico y de carácter por demás bromista. Mis amigos, aunque reían con ganas, me reprochaban las constantes bromas que quitaban seriedad a las películas.
En una reunión, a uno de los integrantes se le ocurrió hacer algo más aterrador. Todos propusieron sus ideas, y algo que comenté como broma les pareció bueno.
Cerca de nuestros hogares, al lado del terreno de mi casa, había una arboleda bastante espesa, y en medio de ésta una casa, abandonada a las malezas desde mucho tiempo atrás. Allí, al anochecer, en el fondo de la casa abandonada (que por su condición se decía que estaba embrujada), planeábamos leer cuentos de terror. No podría haber un ambiente mejor.
Al atardecer nos reunimos en dicho punto. Cada uno llevaba una linterna. Francisco, el que tenía video en su casa, iba a proveer también el libro de cuentos.

- Aquí está -dijo Francisco al sacar el libro de su mochila-. Estos cuentos sí que asustan, ya van a ver -prometió.
- Yo ya estoy un poco asustado -confesó otro de mis amigos, mirando hacia la ruinosa casa.
- Entonces, cuando salga un espanto de la casa y se ponga a corrernos te vas a morir de miedo ¡Jajaja! -bromeé.
- No empieces, Alice -me advirtió el más serio del grupo.
- Sí, que no empiece, porque arruina el clima -opinó otro.
- Clima no, se dice climax, ¡burro! -le aclaré bromeando. Todos se echaron a reír.

Esperamos pacientemente a que llegara la noche. Las sombras se fueron sumando a nuestro alrededor. El cielo se volvió gris, luego se fue oscureciendo, y entre las copas de los árboles empezaron a titilar tímidamente las estrellas. La casa, cuando la iluminábamos, lucía mucho más aterradora, y llegó a inquietarme; pero mi bromista interno no podía rendirse así nomás, y mientras mis compañeros leían los cuentos de terror a punta de linterna, comenté cuánta cosa graciosa se me iba ocurriendo.
De pronto escuché la voz de mi madre que me llamaba a gritos, como solía hacerlo.
Aunque apenada por no poder continuar allí, me fui enseguida tras despedirme. Atravesé la arboleda, que estaba negra de oscuridad más allá de la luz de la linterna, y alcancé el terreno de mi hogar. Ya en mi casa descubrí algo que me dejó intrigada, perpleja.

Al otro día, me enteré que después de marcharme, la reunión se volvió mucho más aterradora. Escucharon algunos ruidos que venían desde la casa, y sorpresivamente la puerta se abrió, saliendo del oscuro interior una anciana con aspecto de bruja. Tenía un bastón en la mano y lo levantaba como amenazando. Su boca estaba abierta y una lengua oscura y larga caía sobre su labio inferior y se hamacaba de un lado para el otro. Según mis amigos, los persiguió unos metros al huir despavoridos de terror. Aunque no vi a la aparición que relataron, sé que es verdad, y desde esa vez ya no soy escéptico, pues la voz que me llamó esa noche, fue la de algo que imitó a la de mi madre, porque resultó que ella no me había llamado...

Texto agregado el 30-03-2013, y leído por 134 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
30-03-2013 Nos gusta el terror ;). Te invito a leer mis tenebrosas historias. Saludos. Estebanoz
 
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