Catman

La casa junto al pantano

Capítulo 8

Cuando Richard Greenhouse regenteaba el periódico, las cosas eran diferentes. El hombre trataba de ser lo más imparcial y exacto posible con las reseñas que publicaba en el diario, que generalmente trataban de temas concernientes al país, claro que no por eso omitía alguna noticia del orden local que tuviese al menos una cierta importancia.
Charlotte, por su parte, no era más que una simple colaboradora que no hacía otra cosa que seguir las premisas de su esposo.

Lamentablemente, poco después del fallecimiento del señor Greenhouse, la mujer fue desvirtuando de a poco el respeto que Richard había logrado obtener para con el periódico, y éste se convirtió en un pasquín dedicado más que nada al chismorreo y la chabacanería.
Fue tal vez por su modo imprudente de actuar, que ahora la mujer se veía frente a una situación que aún no comprendía, pero que gracias a su hábito de indagar en la vida de los demás, muy pronto se vería envuelta en una terrorífica situación.

John, seguido por la mujer, avanzó hacia las puertas de entrada al sótano y quitó el candado que las aseguraban.
Un vaho de repugnante hediondez escapó del lugar, obligando a la señora Greenhouse a cubrirse la nariz y la boca al tiempo que exclamaba:
-¡Por todos los cielos, John! ¿Qué significa éste olor tan nauseabundo?
-Aún está usted a tiempo de regresar por donde llegó.
-Le dije que no trate de intimidarme, así que acabemos con esto.
-Como guste.- John la guió hacia las puertas de hierro y usando la llave que pendía de la pared izquierda, la hizo girar en la cerradura del candado.
La mujer no vio al hombre que oculto en un rincón entre las sombras, aguardaba impaciente su comida de esa noche.
John Sanderson abrió la puerta de par en par y mirando a su acompañante, dijo:
-Puede usted pasar, señora Greenhouse.
-¿Qué hay acá?- Preguntó con cierto nerviosismo, no estando ya tan segura de seguir adelante. –Éste lugar no está bien iluminado.
-Puede regresar, si lo desea.
Ella no contestó y tratando de demostrar su coraje, pero más que nada su tozudez, ingresó al recinto mientras el hombre cerraba la puerta detrás de ella y colocaba el candado.
-¡¿Qué hace?!- Exclamó atemorizada.
John no contestó y se preparó para ser testigo de lo que iba a suceder casi de inmediato.
El ronco gruñido que escuchó a sus espaldas, hizo que la mujer girase rápidamente tratando comprobar de qué se trataba.
Un escalofrío recorrió su cuerpo y creyó que la sangre se congelaba en sus venas, al ver al monstruoso personaje que la observaba detenidamente, inclinando la cabeza hacia uno de los lados.
Horrorizada, oía sus gruñidos mientras observaba ese rostro agrietado de tonos verdosos, con vestigios de sangre seca rodeando el contorno de sus morados labios.
Aunque se sentía como clavada al piso de la estancia, sin saber cómo, logró correr hasta la puerta de hierro y tomándose de los barrotes de la misma, comenzó a gritar:
-¡John, sáqueme de acá! ¡Se lo ruego!
-Eso no va a suceder, señora Greenhouse.
-¡Por favor, le juro que no comentaré esto con nadie, abra la puerta!
-Lo lamento,- contestó sin inmutarse. –Le he dado varias oportunidades para que desistiera usted en su empeño. Ahora es demasiado tarde.
-¡John!- Gritó desesperadamente, y fue lo último que pudo decir, la bestia la tomó de los cabellos y apartándola de la puerta la arrastró hacia la pared de la derecha, quedando de espaldas a la misma.

El tío Edward la mantenía sujeta por los hombros, mientras acercando su rostro al de la mujer, parecía querer percibir el olor del pánico que se había apoderado de ella.
Dio vuelta la cabeza tratando de evitar el nauseabundo hedor que emanaba de la boca de la bestia, cada vez que exhalaba su repulsivo aliento.
Repentinamente, el horripilante personaje mordió los labios de la señora Greenhouse, arrancando un trozo de carne que permitió ver los dientes, encías y parte de los huesos de la mandíbula de la desdichada mujer.
El grito de dolor inundó el recinto, mientras la sangre brotaba a borbotones de la boca de la dueña del periódico. Enfurecido al oírla gritar, el hombre tomó por los temporales la cabeza de su víctima y comenzó a golpearla contra el muro. Se escuchó el ruido del cráneo al quebrarse, como si se tratase de una nuez que acababa de ser partida.
Charlotte Greenhouse se desvaneció y su cuerpo se deslizó hacia el piso.
De inmediato, Edward introdujo los dedos en la cavidad que había provocado al destrozar el cráneo, y forzando hacia los lados logró abrirlo a la mitad, insertó una de sus manos dentro de la cabeza y extrayendo un trozo de cerebro, lo introdujo en su boca deleitándose al masticarlo.
Así siguió hasta acabar íntegramente con la masa encefálica, dedicándose luego a seguir mordiendo partes del cuerpo de la mujer, inclusive arrancando sus ropas para tener mejor acceso a la carne fresca, y así poder retirarla a dentelladas, utilizando también sus manos.
Las sucias y largas uñas podían realizar esa tarea sin demasiado esfuerzo, pronto logró desgarrar el vientre de la pobre infeliz y llegar así a sus intestinos.
-Se acabó lo indagar en la vida de los demás, señora Greenhouse.- Dijo John entre dientes, mientras abandonaba el sótano.

Teniendo en consideración que la “comida” para el tío Edward escaseaba, decidió no limpiar su hábitat para que tuviese algo más que ingerir en caso de necesidad. De igual modo que en tiempos de infortunios, ambos debían comer las sobras de los alimentos.
De lo único que se encargó fue de las ropas de la mujer, depositándolas sobre un lienzo al que anudó por los extremos, para luego transportarlo hacia el lugar donde incineraba los ataúdes.
No advirtió que algo de pequeño tamaño, y a unas cuatro yardas de distancia de la entrada al sótano, había caído del envoltorio cuando partió hacia el lugar en cuestión.

El problema de mantener al tío Edward con vida volvía a ocupar su mente. Como en otras oportunidades, pensó que quizás el camino que debía tomar no era otro que deshacerse de él, máxime ahora que estaba a punto de entablar una posible relación con Annette Winston, la mujer que había logrado ocupar un lugar importante en su mente.
¿Qué diría ella si se enterase de sus macabras actividades?
En el supuesto caso de que pudiese explicarle los motivos de su despreciable accionar: ¿Sería ella capaz de comprenderlo y perdonarlo, con el agravante de haber cometido un par de horribles asesinatos?
Supuso que eso no sucedería, y que tal vez sería conveniente no seguir cobijando esperanzas con respecto a su posible relación con la joven.

La inesperada intervención de la señora Greenhouse, había logrado que la “cena” del tío Edward se realizara mucho más temprano que lo habitual, por consiguiente, esa noche dispondría de algunas horas más para dedicarse al descanso que tanto necesitaba.
Al día siguiente, con la mente menos perturbada trataría de determinar de qué manera podría solucionar el grave problema que involucraba tanto a él como a su tío.

Continúa...

Tanto el nombre de los personajes como la historia aquí narrada son ficticios. Cualquier semejanza con la realidad, con personas vivas o muertas, es pura coincidencia.