La tarde llovía sus últimas horas y el hombre se fue temprano como casi siempre.El cansancio de un día interminable le caía en sus hombros.El reflejo del espejo traspasaba los límites de sus pupilas, lo ahogan en el insomnio de una jornada de labor.Tras el humo de un cigarro bebió el vino amargo de sus lagrimas.
Enjuagó sus pupilas con pasos cansados, pasos que lo hacían llegar hasta ver el final del cielo.En su cabeza ve a su madre meciéndose en el viejo sillón, dormida para siempre. Entonces alcanzó una lágrima para dibujar su rostro.