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María Magdalena parecía tener virtudes casi de santa, peo su ocupación, sus modales alocados, sin hijos y soltera mostraban otra cosa. Ella era solo apariencia, porque me había demostrado que su pasión por los hombres era muy superior a un altísimo recato.

Yo tenía una buena costumbre, mi madre me lo había inculcado, cuando me quitaba las ropas, las organizaba de tal manera que se asemejaba a prendas recién planchadas, hasta colocaba mis lustrosos zapatos debajo de la cama con sumo cuidado. Me despojaba de casi todo, anillo, reloj de oro, menos de un sencillo crucifijo de metal ordinario, algo que no le importaba a ella.

Ella era todo lo contrario, su desorden rayaba en el caos, esto me molestaba en tal grado, que no podía ocultar mi disgusto con mi ceño fruncido.

- ¿Papi, lo de siempre?- me preguntó, afirmé con la cabeza y acercó a su cuerpo, su cara a la mía, la acepté por compasión y porque le había pagado mucho dinero.

- Recuerda que los besos tienen costo adicional- me dijo.
- No te preocupes, tengo para eso y mucho más.

En verdad, yo le pagaba seis y hasta siete veces mejor que un servicio corriente, además, era una profesional de su oficio, le gustaba besarme hasta en los lugares que la mayoría no lo harían por vergüenza o temor a una enfermedad. Yo solo sentía asco por mis instintos primarios y por aquella infeliz.

Por fortuna, ella me siguió o fue llevada donde yo trabajaba, digo, eso porque aquella mujerzuela me tenía harto. Estaban ocupándome de uno de los eventos mas importantes del año. La multitud la condujo hasta la fila que yo presidía. Ella no podía verme, la gran cantidad de gente era una razón. Tal vez, oía mi voz. Al llegar hasta mí, ella tenía la cabeza hacia el piso, luego la levanto...

- Cuerpo de Cristo- dije.
Gritó algo que no le entendí, solo tenía la boca abierta, luego, salió corriendo, no volví a verla jamás.

La sagrada hostia rodó por el suelo, me detuve un poco, pero reaccioné, me agaché, recogí el pan sagrado y continué como si nada hubiera ocurrido.

NOTA: Fragmento encontrado en el diario de un cardenal, el cual fue hallado en un viejo escritorio de una oficina de una basílica en reconstrucción.

Texto agregado el 28-03-2013, y leído por 113 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
29-03-2013 no valía la pena intentar un comentario. girouette-
29-03-2013 Ja-ja-ja- La doble vida de ambos muy bien contada. elpinero
29-03-2013 Yo creo que hay que vuelven locas porque hacen votos sin vocación pero, tu cuento es grotesco... girouette-
 
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