-Padre te llama, Luzbel –dijo un ser alado, que emitía un ligero brillo de sus ojos escarlata. Era un ser de bello rostro y mirada pacífica. Su interlocutor. Un ser de cabello oscuro, ojos grises que tenían estrías rojizas se giraron. Era Gabriel.
-Padre llama.
-Te espera en el Palacio.
Luzbel, que durante mucho tiempo había temido aquel momento, sintió repentinamente que se le partía el corazón por la tristeza. Respiró hondamente y llevó los ojos al alto palacio que flotaba en el Mar de Luz. Allá, en lo alto de la torre una Luz mayor se dejaba ver, muestra de que Él estaba en aquel lugar.
Con suave aleteo subió al Palacio y dos seres alados le abrieron las puertas fulgurosas y él se adentró, mirando a diestra las escaleras que como una serpiente enroscada en una rama se eleva hacia las alturas. Luzbel tomó el camino y sus pisadas apenas hacían eco en la estancia.
Tardó unos momentos y finalmente ante él otra puerta, ésta oval que se abrió ante su presencia.
Se introdujo a un corredor y llegó a la pequeña habitación. Allí estaba Él, con una de sus muchas e infinitas formas.
-Hijo, el Tiempo de la Creación se avecina. Sabes lo que debes hacer, tú, unido a mí, crearemos el equilibrio –dijo Dios.
-Lo sé padre, pero un indecible terror me llena el corazón.
-Tú a diferencia de los otros, tienes voluntad propia. Tú tienes un terrible destino, dime, ¿aceptas tu destino?
-Debo hacerlo, nadie más debe cargar con el peso del Pecado.
-Así es.
-Como el bien existe, también el mal ha de existir, Padre.
-Inevitablemente, hijo mío.
-Pero temo, me corromperá, mi corazón se llenará de tiniebla y me convertiré en el Oscuro Rey del Fuego.
-Sí, tu llama imperecedera se corromperá y así corromperás a todo lo demás. Mientras que yo soy Vida, Tú serás la Muerte. Equilibrio. Sin el Espacio no hay Tiempo. Sin el Espíritu no hay Materia. Sin el Negro, no hay Blanco. Tú serás el contrapeso. La creación debe cambiar; porque será lo más grande que se creará jamás. Algo que ni tú ni yo podemos todavía imaginar. Sí, mi poder es muy grande, pero ni yo tengo el poder de ver más allá del horizonte del tiempo, y no debo hacerlo, por ello te he investido de un Gran Poder. Tú, serás el Sacrificio para que el mundo y los hombres existan.
-Sí, mi nombre será sinónimo de perdición. Seré la sombra que tratará de rodear el corazón humano y muchas veces lo lograré.
-Ellos serán diferentes a todos ustedes
-No tendrán Poder… pero tendrás libertad.
-Elegirán. La libertad es el regalo que se les otorga. Ellos decidirán que harán con ella, por vez primera, yo no tendré absoluto control.
-Por vez primera, Padre, ellos decidirán amarte.
-Sí, Luzbel, hijo mío. Ha de hacerse.
-Nos disputaremos el amor de los hombres.
-Sí, ellos elegirán, entre tú y yo.
-Entre el Dador de Vida y el Dador de Muerte. Tú, me otorgas una de las dos espadas de la Muerte. Tú portarás la otra, Tú portarás una de las Espadas de la Vida y yo Portaré le otra. El equilibrio será impuesto y el Universo será…
-Por los Siglos de los Siglos.
-Sí padre.
-Ahora, ve y prepárate. El universo está por salir de mi poder y pensamiento. Toma –Dios extiende las manos y toca con ella al espíritu de Luzbel –Es, es Poder. Tómalo.
-Perdóname por lo que estoy por hacer.
-Debe hacerse…
-Sí, debe hacerse.
Luzbel salió y fue a una oscura habitación, allí el Poder le consumió el corazón y sus alas se tiñeron de odio, y no emitió más luz. Ahora era Oscuridad, una oscuridad que devoraba la luz. Unas lágrimas corrían por sus mejillas, su hermoso rostro, se tornó frío y sus ojos grises se volvieron para siempre bestiales y sedientos de poder.
Salió y se disfrazó y comenzó su revuelta. Tocando los corazones de sus iguale e infundiéndoles poder y ambición. Su lengua se volvió veneno.
Las campanas sonaron y el cosmos se creaba al mismo tiempo, Luzbel intervenía en la Creación y su ambiciosa mirada se había posado sobre las Cosas Futuras, y los hombres que estaban en el pensamiento de Dios.
Armó una fuerza y arremetió contra el Creador…