Un silencio sin afán de protagonismo se prolonga en mi cerebro seco, sin pensamientos, se expande y mis ojos se emborronan, mi cuerpo se emborrona y hasta el mundo es un borrón que alardea de catástrofe de existencia sin fin, ya solo sé que no soy nadie. Y me concentro en un punto muerto, tan muerto como mis sentidos que no encuentran mejor cantinela que el silencio y sin ver nada empiezo a entender, entre la humedad de este marzo en sótano por fin entiendo algo, no puedo volar, no puedo crecer más, no puedo pensar, solo soy un mueble, un mueble que un día tuvo función, ahora viejo, las cosas viejas nunca se usan, y observo mis manos que aún tiemblan, y miro mis pies que quieren escapar, y si mi cuerpo aún responde dónde está mi mente que no manda ningún impulso que dirija a mi cuerpo, que lo saque de esta cama que ya me queda pequeña y me mande lejos, al paraíso que nos robó Eva, a la prisión de los pecados cometidos, que me mande entre tinieblas a cantar con ira revolucionaria o a bailar a la luz del sol entre el trigo seco, que mande quien quiera que sea antes de que la amargura de mis días borre el recuerdo encantador de mi vida. |