Eres el recuerdo y la imagen,
la sombra y la efigie que se desvanece,
pero no quiero soltarte, aún me dueles.
Supongo que es mi forma de extrañarte, como diciendo a gritos mudos: No me dejes.
Aunque como bien sabemos, siempre sea demasiado tarde.
El sueño al que me aferro,
el espejismo de una vida juntos
que ya no tendremos,
las noches de desvelos mutuos.
Alma encerrada en esta mente testaruda,
que se niega mientras tanto a dormir a sus horas,
que te toma de pretexto para el insomnio y la escritura,
que te busca en las letras ajenas
como para no seguir muriendo.
Te lo dije, siempre me pasa que la inspiración me llega demasiado tarde,
cuando ya se han ido,
cuando de nada vale la poesía para salvar al amor.
No pude salvarle, salvarte, salvarnos de esta consecuencia inconforme.
No se trataba como dicen de no ver las cosas,
sólo que entonces no encontraba las palabras para expresar todo lo que siempre supe sentir,
sólo que ahora no encuentro al destinatario, para decirle las palabras que encontré tras lo que nunca supe fingir.
Eres el Alma atormentadora, que me sirve de ángel exterminador.
Mi némesis lejana, la más cruel de mis musas.
La niña perdida en su propio país de no maravillas.
(Hiciste bien en besarle, hice mal en permitirme volver...)
Soy un necio, lo sabes lo sabemos.
Sigo escribiendo mordiéndome los dedos y los labios,
sigo sin dormir a mis horas estos desvelos vacíos, lejanos.
Supongo que me gusta atormentarme,
y esto me lo tengo merecido,
sólo espero a que me coman los gusanos.
Pero sirva esto para hacerte saber, que aún cuando faltemos el uno del otro,
y a la distancia parezca que te he olvidado,
tienes la evidencia de lo que quedó de ti tras tu paso,
los restos del amor quemado con ausencia, mientras estuve a tu lado. |