La siguiente historia versa sobre un argumento inverosímil, bizarro e ininteligible, he de advertirlo sucio lector: no trates de entender lo desviado del placer mientras puedas concebir la delicia del orgasmo sin juzgar su fuente.

Es el relato de un hombre llamado Polemartz, un caballero con un apetito sexual ciclópeo, su felicidad siempre estuvo en el raso delas pieles femeninas, pero sobre todo en la dulce idea de la implantación de su semilla de la vida en el vientre núbil de la mujer.

Polemartz era estéril sin embargo esta noticia nunca le orillo a la frustración sino a la completa licencia en el deleite sexual, su éxtasis emanaba de una sencilla conducta segundos antes de lograr la eyaculación, lo que hacia era bramar una oración como si fuera la llave al gozo en grado máximo.

– ¡Deseo embarazarte! –Gritaba con enorme orgullo, fruición, exaltación y placer-

Como si pudiera fecundar un ovulo y se lograra el milagro de su podrida vida… ¡Jaaaa!