Un espacio vacío.
Un abrumador silencio,
roto por una callada voz...
la nada, conversando;
hablando sin decir palabra,
marchando sin hacer ruido
de un lado a otro de una habitación.

Solo...
una guitarra en una esquina
y una cobija sobre la cama.
Palabras muertas que yacen
bajo el entierro en papel de un libro,
o algún cuaderno olvidado
donde descansa un poema.

Solo...
una camisa blanca
me da el abrazo más cálido
que he sentido en tres meses.
Mi espejo me insulta con una mirada,
y el cielo me escupe
a través de una olvidada gotera.

Solo...
quizás hasta me haya olvidado Dios.
Al sonido de las tristes notas
de una guitarra polvorienta,
entono una canción.
Desgarradoras las palabras,
me arrancan un sentimiento.

Solo...
mi única compañía es mi otro yo,
que se mantiene callado,
al margen de todo.
El triste maullido de un gato
se junta con el silbido del viento
en tono de do.

Solo...
papeles regados por el piso
donde muere mi melancolía,
retorciéndose en la sangre
de mi agonizante tristeza.
Se apaga el sol, y con él la luz,
mientras medito a oscuras.

Solo...
el espejo me lanza otro insulto,
y el escupitajo del cielo
cae esta vez en una cubeta.
Miro una silla vacía,
y me doy cuenta que no te olvidas de mí,
pues estás ahí...
Con una sonrisa, salgo a caminar.

Bowen Alanos